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"Lección IV. El dolor del duelo.
Esta noche quisiera abordar el tema del dolor del duelo. Esta forma del dolor es, como todas las otras, un enigma persistente. He aquí las dos citas con las cuales deseo abrir esta lección. La primera está tomada de "Duelo y melancolía", texto que será nuestra referencia principal. Al hablar del trabajo del duelo, Freud se interroga: "¿Por qué esta operación de compromiso, que es el ejecutar pieza por pieza la orden de la realidad, resulta tan extraordinariamente dolorosa?" Seis años más tarde, leemos casi la misma frase en Inhibición, sintoma y angustia: "Por otra parte, recordemos que en nuestro examen del duelo no pudimos llegar a comprender por qué es tan doloroso." A lo cual yo añadiría: cuando nos parece, empero, que va de suyo que la separación del objeto es dolorosa.
Duelo normal y duelo patológico.
Nuestra interrogación de hoy es la siguiente: ¿Cómo explicar que el duelo sea tan penoso y doloroso? Ciertamente, no agotaremos tal pregunta, pero tratemos, no obstante, de responderla. ¿Qué es el duelo? Es la reacción a la pérdida de un objeto de amor. En esta corta frase se encuentran condensados los dos grandes ejes del duelo que vamos a despejar esta noche.
El primero concierne al objeto mismo del duelo. ¿Qué es justa mente este objeto de amor cuya pérdida hace sufrir? El segundo eje es: ¿cuál es la naturaleza de la reacción a esta pérdida? ¿En qué consiste el proceso del duelo?
Comencemos por el objeto. Precisamente, es a propósito de la naturaleza del objeto como Freud distingue el duelo normal del duelo patológico, o incluso el duelo normal de la melancolía. Vamos a establecer sus diferencias, pero sepan ustedes que a continuación dejaremos de lado tal distingo. En primer lugar, porque el propio Freud, en el transcurso de su elaboración, abandona la diferencia que había establecido. Y además, si nos referimos a Melanie Klein, por ejemplo, comprobamos que ella considera la distancia entre el duelo patológico y el duelo normal como una distinción de grado y no de estructura. Y, por último, el propio Lacan, al tratar el duelo, habla de él a veces como si se tratara de una sola forma de duelo, el duelo patológico.
Aclarado esto, ¿cuáles son las diferencias que formula Freud en un primer momento? Dice lo siguiente: "Mientras que en el duelo normal, la pérdida es consciente, en el duelo patológico, esta pérdida es radicalmente inconsciente. El melancólico puede saber a quién ha perdido, pero no sabe qué ha perdido en la persona desaparecida". Observemos inmediatamente que toda la problemática del objeto a se sostiene en estas frases. Sabemos a quién hemos perdido, pero no sabemos que ha sido perdido con la desaparición de la persona amada. He aquí una primera distinción que, como ven ustedes, no basta para separar el duelo normal del patológico, porque se vuelve a encontrar rigurosamente esta parte inconsciente en todas las formas de duelo.
La segunda diferencia entre duelo normal y patológico se funda en una comprobación clínica. Se sabe que la melancolia fue una de las primeras enfermedades mentales sistematizada y tratada por la medicina. Los autorreproches del melancólico no se encuentran siempre en el duelo normal. A partir de esta comprobación de que las quejas del melancólico no se dirigen al objeto perdido sino a sí mismo, Freud concluye en la célebre hipótesis de la identificación del yo melancólico con el objeto desaparecido. Por otra parte, es porque el melancólico se autocritica que Freud, inspirado en Abraham, concluye: "En realidad, estas críticas no son verdaderas autocríticas. Estas críticas recaen sobre el objeto incorporado en el yo". A partir de allí, propone una tesis hasta entonces indiscutible: el yo del melancólico incorpora el objeto perdido y se identifica con él. Veremos más adelante que toda la diferencia reside en la definición de este objeto amado y perdido; objeto que, por otra parte, está en la base de la noción lacaniana del objeto a. Sin embargo, esta identificación no es tampoco un rasgo exclusivo de la melancolía. Y, por consiguiente, sigue siendo delicado establecer un corte tajante entre ésta y el duelo normal. En la clínica, sabemos igualmente que las autoacusaciones no son específicas del melancólico. Algunas depresiones obsesivas están muy frecuentemente acompañadas de actitudes de desprecio respecto de sí mismo, sin que por ello se trate de una psicosis depresiva. La tesis de la identificación con el objeto perdido sigue siendo, por lo tanto, una tesis muy general y válida tanto para la melancolía como para el duelo patológico o el normal."
*Juan David Nasio. "El libro del dolor y el amor".
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