Rafael Adolfo Monroy CardenasLectores de Dostoievsky
... Salgo del casino, miro..., todavía se paseaba un florín por el bolsillo de mi chaleco: " ¡ Ah todavía tengo con que comer !", me dije, pero, apenas hube dado cien pasos, lo pensé mejor y desanduve el camino. Puse ese florín a marque ( esta vez fue manque ), y realmente se experimenta una sensación particular cuando solo, en un país extranjero, lejos de la patria, de los amigos, no sabiendo sí se va a comer aquel día, arriesga uno su último florín, el último, ¡el último! Gané y veinte minutos más tarde salí del casino con setenta florines en el bolsillo...