GUANTÁNAMO: EL PARQUE JOSÉ MARTÍ. RECUERDOS.
Hace 4 años mi hija y yo viajamos a Cuba. Yo,
después de 17 años de exilio no me dejaban entrar a mi país hasta que Raúl
Castro flexibilizó las leyes. Renacía la esperanza de un cambio.
Hay que ver como el tiempo y la distancia
alteran nuestra percepción de las cosas, de los lugares donde vivimos, jugamos
y sobre todo, los sitios emblemáticos de nuestra ciudad. Todo parece más chico
de cómo lo imaginamos. Hasta nuestra casa natal. Las habitaciones parecían achicarse
con el tiempo aunque conservaran los mismos muebles e iguales cuadros.
Pero lo que más me sorprendió fue el Parque
Central José Martí del centro de la ciudad. La parroquia Santa Catalina donde fui bautizado, primera
comunión y donde acudía a misa todos los sábados en los últimos años, parecía
una pequeña maqueta arquitectónica. La estatua de nuestro querido apóstol José
Martí, se había reducido en su altura a la mitad y todos los nichos de cristal detrás
de la misma, habían sido bandalizados.
Habían cortados árboles o enredaderas que
formaban una guirnalda en cada puerta del Parque. Aun se conservaban los viejos
bancos de granito donde nos sentábamos en nuestra juventud. Cada uno de nosotros según la “tribu urbana” a la cual pertenecía
o creía pertenecer. Esperando si alguno era invitado a una fiesta de quince años o "descarga" para colarse y bailar un poco y quizás conocer una pareja de su agrado.
A la derecha de la parroquia tomaban asiento
a eso de las 8:00 PM las jóvenes finas del Pre Universitario Rubén Batista.
Allí esperaban a sus novios escondidos o conversaban entre sí exhibiendo sus
galas domingueras.
Frente se sentaban los jóvenes varones
aspirantes a levantar a alguna chica de las mencionadas o sus novios, esperando
una oportunidad para acercarse a ellas.
Del otro lado de la Iglesia descansaban, los
viejos y viejas, observando el panorama o disfrutando del aire del parque.
En el fondo, o mejor, frente a la parroquia, estaban los harapientos o los sin
casas o los muy mal vestidos, casi siempre ancianos, dejados en el olvido por
un sistema que siempre anunció “un futuro luminoso en el socialismo”
A la derecha del Parque, entrando frente a la
Casa de Cultura, tomaban asiento los jóvenes que ya tenían pareja o estaban
comprometidos abiertamente, junto a una hermana o una prima.
Los jóvenes estudiantes de Secundaria, otros sin
empleo aun, y los varones solterones del Pre Universitario, formábamos una fila
en la periferia de un contén alrededor del Parque. Todo para observar a las
chicas que en parejas desfilaban una y otra vez alrededor de toda la cuadra
que formaba el Parque. Aquí se
escuchaban los piropos, finos originales o groseros y manidos, a las muchachas
que parecían más finas o mas “veletas” Según el caso.
Pero lo
que más recuerdo era la Sinfónica Provincial, que en una clase de concha
abierta-signo inconfundible de nuestro Parque, tocaba el Himno Nacional. Al
final del mismo, todo varón aficionado a la pelota, estallaba en gritos y silbidos,
como en una algarabía masiva, costumbre que se tomó cada vez que antes de comenar un partido se formaba la algarabía en el stadium..
Después, en las Secundarias y el Pre
Universitario, al ver las autoridades ortodoxas estos silbidos como un signo de
irrespeto, comenzaron antes de entrar a clases en cada escuela mencionada, la
historia de Nuestro Himno y otros símbolos patrios. Pero aquello nunca terminó.
Continuó por años y años. Era ya una costumbre incorporada a las pocas
libertades que la juventud-etapa gloriosa de nuestra vida-que hasta que yo Salí
de Cuba.
Ah, Guantánamo, cuantos recuerdos donde con
muy poco que nos daba el comunismo, éramos felices, donde cabía.
Orlando Vicente Álvarez