Hoy, 71 años después del experimento de Miller y Urey, la pretensión naturalista de emular al legendario Dr. Frankenstein sigue siendo un sueño descabellado. En sus momentos de mayor franqueza, algunos científicos dedicados al estudio del origen de la vida reconocen que no tenemos la menor idea de cómo surgió la vida ni de cómo crear vida. Los experimentos de los químicos prebióticos arrojan resultados muy limitados y sólo gracias a condiciones poco realistas y a intervenciones muy fuertes de agentes inteligentes, los propios investigadores. Sigue siendo verdad que un ser vivo sólo puede provenir de otro ser vivo. Como dice un viejo chiste, la única forma de reconstruir un huevo roto, revuelto y cocinado es darlo como alimento a una gallina.ELOBSERVADOR
- Más información sobre este famoso experimento en: Jonathan Wells, Icons of Evolution: Science or myth?: Why much of what we teach about evolution is wrong, Regnery, Washington DC, 2000, Capítulo 2.
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