«Ha surgido gente nueva —pensaste la pasada primavera, cuando te disponías a venir aquí— que propone destruirlo todo y recomenzar por la antropofagia. ¡Idiotas, si me hubieran preguntado antes!
En mi opinión, no hay necesidad de destruir nada, solo hace falta quitarle de la cabeza a la humanidad la idea de Dios, ¡es por ahí por donde hay que poner manos a la obra! Hay que empezar por ahí, por ahí, ¡oh, ciegos, que nada comprenden! En cuanto la humanidad haya renunciado a Dios (y creo que, al igual que las eras geológicas, esta era llegará), el viejo modo de entender el mundo y, sobre todo, la antigua moral se derrumbarán por sí solos, sin antropofagia que valga, y todo se renovará.
Los seres humanos se unirán para exprimir de la vida cuanto ésta pueda dar, pero, por supuesto, solo para lograr la felicidad y la alegría en este mundo. El hombre se henchirá con el espíritu de un divino, titánico orgullo, y surgirá el hombre-dios. El hombre, con su voluntad y su ciencia ya sin constreñir, venciendo a cada hora a la naturaleza, experimentará a partir de entonces y a cada hora un placer tan sublime que éste reemplazará a todas sus antiguas esperanzas en las recompensas celestiales.
Cada uno se sabrá mortal en cuerpo y alma, sin resurrección posible, y aceptará la muerte orgullosa y tranquilamente, como un dios. Con orgullo comprenderá que no debe quejarse de la fugacidad de la existencia, y amará a su prójimo sin esperar nada a cambio. El amor durará solo lo que dura la vida, pero la simple conciencia de su brevedad hará más poderoso su fuego, en tanto en cuanto anteriormente se dispersaba en las esperanzas de un amor eterno más allá de la muerte…»«Ha surgido gente nueva —pensaste la pasada primavera, cuando te disponías a venir aquí— que propone destruirlo todo y recomenzar por la antropofagia. ¡Idiotas, si me hubieran preguntado antes!
En mi opinión, no hay necesidad de destruir nada, solo hace falta quitarle de la cabeza a la humanidad la idea de Dios, ¡es por ahí por donde hay que poner manos a la obra! Hay que empezar por ahí, por ahí, ¡oh, ciegos, que nada comprenden! En cuanto la humanidad haya renunciado a Dios (y creo que, al igual que las eras geológicas, esta era llegará), el viejo modo de entender el mundo y, sobre todo, la antigua moral se derrumbarán por sí solos, sin antropofagia que valga, y todo se renovará.
Los seres humanos se unirán para exprimir de la vida cuanto ésta pueda dar, pero, por supuesto, solo para lograr la felicidad y la alegría en este mundo. El hombre se henchirá con el espíritu de un divino, titánico orgullo, y surgirá el hombre-dios. El hombre, con su voluntad y su ciencia ya sin constreñir, venciendo a cada hora a la naturaleza, experimentará a partir de entonces y a cada hora un placer tan sublime que éste reemplazará a todas sus antiguas esperanzas en las recompensas celestiales.
Cada uno se sabrá mortal en cuerpo y alma, sin resurrección posible, y aceptará la muerte orgullosa y tranquilamente, como un dios. Con orgullo comprenderá que no debe quejarse de la fugacidad de la existencia, y amará a su prójimo sin esperar nada a cambio. El amor durará solo lo que dura la vida, pero la simple conciencia de su brevedad hará más poderoso su fuego, en tanto en cuanto anteriormente se dispersaba en las esperanzas de un amor eterno más allá de la muerte…»
Fiódor Dostoievski - Los hermanos Karamazov.
7Claudia Castaño y 6 personas más
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