Y los dos cubanos orientales en silencio, escuchando atentamente y con simpatía a los maduros.
-¿Y ustedes, se ve que no son de aquí, digo del Uruguay?
-No, somos cubanos.
-¡Cubanos! Qué felicidad, con las bellas playas que tienen y sol todo el año. Además, es un pueblo alegre y tranquilo, ninguna manifestación ni huelgas, como sí las hay aquí en el Uruguay.
-Pero vivimos en una dictadura, sin libertad de prensa ni de expresión ni economía de mercado como ustedes. Hay hambre, el pan escasea, el aceite y la carne de vaca hace años que no la degustamos-dijo el cubano más joven.
-Pero qué importa si hay hambre, nosotros podemos pasarnos días comiendo acelga, remolacha o tartas de espinacas. Verdad amigos. Hay tanta inseguridad que preferimos el comunismo con hambre pero tranquilos.
-Es que hay algo que ustedes dan por sentado desde que nacieron-dijo el otro cubano- la libertad. Esa es un afán de todo país y que nosotros no tenemos desde hace 60 años…
-¡TANTO!-respondieron al unísono.
-Sí. Y ya estamos hartos.
-Y ¿Por qué no luchan o pelean como en otros países?- preguntaron.
-Porque somos unos cobardes y tememos que enfrentar a los militares y al gobierno que no pasan las necesidades del pueblo.
-Pobres. Por eso huyen por la selva brasileña hacia nuestro país que es abierto… Por cierto, en Montevideo hay cubanos que se han tomado las pensiones donde mal viven y forman tremendas fiestas y no buscan trabajo- dijo una mujer.
-Esos no son verdaderos cubanos que buscan libertad en otro país sino gozadores y agentes soplones del gobierno cubano para dar una falsa imagen del cubano emigrante. Tienen más Sandunga- agregó otra vez el cubano más joven.
-¿Y ustedes, qué eran en Cuba y si ya consiguieron laburo en Uruguay?
-Yo soy médico obstetra y mi compañero ingeniero en minas. Ya conseguimos trabajo en un restaurante, de mozos o limpiando baños. Pagamos derechos de piso como ustedes dicen.
-¡Ayy…! Qué barbaridad, un obstetra y un ingeniero limpiando baños…
-Y Vosotros, tranquilos con sus precarias pensiones y soñando con playas exóticas y mucho sol. Preferimos, por ahora, una sociedad democrática como la de ustedes.
Los hombres y mujeres hicieron silencio. No sabían el país libre, mal o bien, en que les tocó vivir. Los cubanos debemos empezar de cero pero ahora con esperanzas y sí con “un futuro luminoso” en otro país.
Se acercó una mujer de como cincuenta años con los ojos muy abiertos y brillantes y les preguntó en voz baja a los dos cubanos:
-¿Y qué quiere decir que los hombres cubanos tienen una gran “Sandunga?
Orlando Vicente Álvarez
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