El ‘wokeism’ es, en resumen, posmodernismo aplicado; de ahí su carácter abstruso, deslavazado y lleno de contrasentidos. Como el propio posmodernismo. Esta corriente filosófica, nacida en Francia en los años 60, se considera la reacción teórica a una serie de cambios trascendentales: las guerras mundiales habían quebrado el mito del progreso perpetuo de Occidente; el marxismo había perdido su brillo; el tercer mundo se emancipaba y surgían países y puntos de vista nuevos; la tecnología transformaba la vida diaria, etc. Muchas certezas reventaron en pedacitos. Ya nada era sólido, ni auténtico, y filósofos como Jacques Derrida, Jean-François Lyotard o Michel Foucault se pusieron a deconstruir esta realidad frustrante. Toda la realidad: lenguaje, historia, literatura, instituciones. Disputaron y dieron la vuelta a todo, en un perpetuo juego de imaginación y pesimismo. Cuestionaban las raíces mismas de la Edad Moderna. De ahí su etiqueta de filósofos 'posmodernos'.
Praxis revolucionaria
Esta fase “altamente deconstructiva” del posmodernismo, como dicen Helen Pluckrose y James Lindsay en su libro 'Cynical Theories', se apagó en los años 80. Pero algunas de sus ideas sobrevivieron. Se mezclaron con la escuela crítica de los neomarxistas, de donde sacaron más concreción y una finalidad política, y han ido ganando fuerza en distintas disciplinas académicas relacionadas con el género, la raza o la descolonización. En la última década estas ideas han dado el salto de los departamentos universitarios al mundo real. Han desarrollado una “praxis revolucionaria”. Con estos conceptos:ARGEMINO BERRO
Uno. El testimonio de la persona considerada oprimida es sagrado e incuestionable.
Según Lindsay y Pluckrose, el constante ejercicio posmoderno del escepticismo hizo que “la frontera entre lo que es objetivamente verdadero y lo que es subjetivamente experimentado dejase de ser aceptada”. Por eso el ‘wokeism’ rechaza la existencia de una gran verdad objetiva y le rinde obediencia, por el contrario, a la “experiencia vivida”. El testimonio personal es igual o más válido que cualquier esforzado razonamiento empírico. Un talismán impermeable a la duda.
El pensador que dio a la subjetividad una aplicación práctica fue Derrick Bell, primer profesor titular afroamericano de la Universidad de Harvard. Bell adoptó la subjetividad y la experiencia personal como elementos clave para entender la relación entre los sistemas legales y las minorías. Un negro, decía, no podía ser juzgado por los mismos parámetros legales que un blanco, pues su experiencia era distinta. Bell cuestionó los conceptos de racionalidad y neutralidad jurídica, y movió el centro de gravedad de su teoría al subjetivismo.
La idea de Bell, esbozada en los años 70, echó a volar y acabó conformando uno de los mantras identitarios más poderosos: el convencimiento de que la autenticidad, el valor, el oro, está en lo padecido. Como apunta el historiador Mark Lilla en 'El regreso liberal', cada vez es más común empezar una alocución de esta forma: “Como mujer soltera...” o “Como hombre asiático...”. Una manera, según Lilla, de arrogarse una posición privilegiada y levantar una barrera contra posibles críticas.
Dos. Tu identidad racial, sexual o de género definirá el 100% de tu existencia.
Viniendo del punto anterior, ¿qué pasaría si nos encontrásemos con dos testimonios personales mutuamente excluyentes? ¿A quién creeríamos? La profesora Kimberlé Crenshaw solucionó este problema en 1989, cuando acuñó el concepto de 'interseccionalidad'. Esta idea explica cómo las características dadas de la raza, el género o la orientación sexual se solapan entre sí para crear una jerarquía de la opresión. Así, una mujer negra lesbiana estaría más oprimida que una mujer negra, a su vez más oprimida que una mujer blanca, a su vez más oprimida que un hombre. Algo que te ha dado el azar, como la pigmentación cutánea, tiene una importancia mucho mayor que, por ejemplo, la riqueza, el carácter o el trabajo duro.
Cuando la poeta Amanda Gorman decidió que sus poemas tenían que ser traducidos por mujeres jóvenes, activistas y, a ser posible, negras, la idea subyacente era esa: la interseccionalidad. Estas características predominaron sobre la experiencia o el talento de los traductores, y algunos perdieron su encargo.
Tres. La opresión es como el aire: está en todas partes.
Otro de los conceptos posmodernos que más han influido en el movimiento ‘woke’ es el de las “epistemes”, desarrollado por Michel Foucault. El pensador decía que no hay conocimiento objetivo, sino solo epistemes: sistemas de conocimiento creados por grupos concretos para defender su poder. Para el ‘wokeism’, la episteme actual, la Ilustración, el movimiento filosófico de los siglos XVII y XVIII sobre el que se fundamenta Occidente, con sus valores de libertad individual, secularismo o fe en el método científico, solo sería un artificio del hombre blanco hetero occidental: un vasto y sutil régimen autoritario. El solo hecho de vivir en los términos de esta episteme, con sus ideas y su lenguaje, resultaría opresivo para quienes no son hombres blancos heteros.
Cuatro. “El lenguaje es violencia”.ARGEMINO BERRO
https://www.elconfidencial.com/mundo/2021-04-22/doctrina-woke-ii_3043648/
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