"En cuanto a la escritura, básicamente sigo escribiendo de la misma manera que hace 50 años; puede que un poco mejor, pero no mucho. ¿Por qué tuve que cumplir 51 antes de poder pagar el alquiler con lo que escribía? Quiero decir, si no estoy equivocado y mi escritura no ha cambiado, ¿por qué tardé tanto? ¿Tuve que esperar a que el mundo me alcanzara? Y ahora, si me ha alcanzado, ¿dónde estoy? Estoy jodido, eso ya lo sé. Pero no creo que se me haya subido a la cabeza la poca o mucha suerte que he tenido. ¿Se da cuenta uno, cuando se le suben las cosas a la cabeza? De todos modos, no he caído en la complacencia. Hay algo dentro de mí que no puedo controlar. Nunca puedo cruzar un puente con el coche sin pensar en el suicidio. Nunca puedo contemplar un lago o un océano sin pensar en el suicidio. Bueno, tampoco le doy demasiadas vueltas. Pero se me aparece de repente en la cabeza: SUICIDIO. Como una luz que se enciende. En la oscuridad. El hecho de que exista una salida te ayuda a quedarte dentro. ¿Me explico? De lo contrario, no quedaría más que la locura. Y eso no tiene gracia, amigo. Y terminar un buen poema es otra muleta que me ayuda a seguir adelante. No sé lo que le pasará a otra gente, pero yo, cuando me agacho para ponerme los zapatos por la mañana, pienso: “Ah, Dios mío, ¿y ahora qué?” Estoy jodido por la vida, no nos entendemos. Tengo que darle bocados pequeños, no engullirla toda. Es como tragar cubos de mierda. Nunca me sorprende que los manicomios y las cárceles estén llenos, y que las calles estén llenas. Me gusta mirar a mis gatos, me relajan. Me hacen sentirme bien. Pero no me metan en una sala llena de humanos. No me hagan eso jamás. Sobre todo en un día de fiesta. No lo hagan."
Charles Bukowski, en: "El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco".
Ilustrado por Robert Crumb.
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