Hoy comprendo que aquella angustia existencial es más o menos normal a esa edad, al salir de la universidad, pero en aquel entonces me sentía como un hombre sin país, sin lengua propia, sin profesión (estaba, literalmente, en la de mi padre), sin un sentido real de quién era ni qué debía hacer. Y esa frustración continuó creciendo en mí durante los próximos cinco años. Hasta que decidí buscar ayuda. Pero mi concepto de ayuda, siendo tan metódico y tan ingeniero, fue buscar respuestas no en la psicología ni en la religión, sino en la filosofía. Fui a una de las universidades de la capital, la Universidad Rafael Landívar, a preguntar si era posible inscribirme en un par de cursos de filosofía, creyendo que quizás así encontraría algún tipo de respuesta. Pero en Guatemala, como en otros países de Latinoamérica, la carrera es doble: Letras y Filosofía. Si uno quiere estudiar una, debe también estudiar la otra. Y eso hice. Y en pocas semanas caí enamorado de la literatura, de los libros, de la ficción. Y en menos de un año había renunciado a mi trabajo como ingeniero y estaba viviendo de mis ahorros y leyendo ficción a tiempo completo, un libro al día, como una especie de junkie de la literatura.
- Eduardo Halfon
No comments:
Post a Comment