"Cuando me siento desdichado pienso en la muerte. Es el consuelo que tengo: saber que no voy a seguir siendo, pensar que voy a dejar de ser. Es decir, yo tengo la certidumbre más allá de algunos temores de índole religiosa, más allá del cristianismo, que desde luego lo llevo en la sangre también, más allá de la Church of England y de la de la Iglesia Católica Romana, más allá de los puritanos, más allá de todo eso, yo tengo la certidumbre de que voy a morir enteramente. Y es un gran consuelo. Es algo que le da mucha fuerza a un hombre, el saber que es efímero. En cambio la idea de ser duradero, me parece que es una idea horrible realmente. La inmortalidad sería el peor castigo. Cualquier forma de inmortalidad sería el infierno. El cielo si durara mucho sería el infierno también. Cualquier estado perdurable es la desdicha. Quizás una de las mayores virtudes de la vida es que todo es efímero, incluso lo físico es efímero, el placer es efímero también, y está bien que sea así porque si no sería muy tedioso todo".
[Sobre la muerte y la inmortalidad. Del documental Borges para millones (1978)].
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