La flor de Nagapushpa es muy difícil de ver ya que solamente florece una vez cada 36 años. Además es una planta que no se encuentra en muchos lugares del mundo. Florece en un lago en las montañas del Himalaya.
Recién llegado yo de Cuba hace tantos años y trabajando en un hotel familiar donde a la vez vivía en Punta del Este, una viuda adinerada clienta solitaria que me doblaba la edad y que conversaba mucho conmigo, comenzó a entregarme cada mañana una carta. Cuando la abría, ya al acostarme cansado del trabajo, abría la misiva y un olor a Jazmín impregnaba toda la hoja con poemas de Delmira Agustini. Yo los guardaba y los dejaba para leerlos en otro momento. Así durmieron en mis cajones de libros hasta que les llego su momento años después: como una rosa en su capullo esperando la luz para abrir sus pétalos, así esperaba Delmira Agustini para cautivarme con sus versos.
Delmira Agustini mujer bella, de quietos ojos azules, andar pausado, adentrada en sus pensamientos pero con un corazón de pura lava que ningún hombre podía poseer.
Fue una poeta del modernismo latinoamericano quien se carteaba con Rubén Darío y cuya poesía erótica, sensual, a veces algo sáfica, escandalizó a la sociedad pacata de la época.
Me recuerda a Greta Garbo en Las Damas de las Camelias, que entre el frufrú de las sedas de sus vestido negro adhería su pelvis a la pelvis del galán, alejaba su glorioso busto del pecho del hombre y volteaba su cuello con su divino rostro alejándose de un posible beso que pronosticaba que se acercaba. Entonces hablaba, con las manos sujetando los hombres del amante de “ser libre cuando la muerte se avecinara” Padecía de una Tisis galopante.
O la Carmen de Prospere Merimet que se dejó acuchillar por un antiguo oficial que había sido su amante y morir con orgullo de mujer, altiva y apasionada pero de corazón libre como el de Delmira Agustini.
O Virginia Wolf la escritora inglesa de mente esquizoide, que escuchaba voces mientras su pluma se deslizaba y deslizaba hoja tras hoja, en escritos que revolucionaron la escritura inglesa. La película “Las Horas”, conmovedora y trágica, presenta los últimos momentos de su vida en que colocándose piedras en los bolsillos se adentra en un rio hasta ahogarse. Quedan sus escritos, donde juega con el tiempo y una introspección casi freudiana donde no faltan las alusiones lésbicas.
Delmira Agustini perteneció a una familia acomodada, descendiente de alemanes, franceses y porteños. Todos ellos sobreprotegían aquella vocación poética con la que escandalizó a la burguesa sociedad rioplatense. En su infancia realizó estudios de francés, música y pintura. Su vida y su personalidad están llenas de enigmas y contradicciones. En su corta vida tuvo una terrible peripecia sentimental que provocó su trágica muerte a los 27 años de edad: su matrimonio con Enrique Reyes, la separación posterior y el asesinato a manos de su ex marido. Tras su desaparición nació un mito que desafía a ensayistas y biógrafos y sigue vigente en infinidad de versiones.
Fue pionera del feminismo, el maltrato a la mujer, a favor del divorcio.
Pero no habló de las mujeres arpías, imponentes y mandonas que castran a un esposo débil y lo vuelven impotente. Esto me hará muchos comentarios de las feministas. No estoy a favor del maltrato femenino por hombres con psiquis alterada, machismo exacerbado o alcoholismo campante que terminan asesinando a sus esposas. Pero también quiero contribuir a la otra cara de la moneda.
La poesía de Delmira son una flor quemante y para mí una de las mejores poetizas de América que nos robaron en Cuba en las clases de Literatura.
Un verso de su poemas apasionados:
Cuentas de fuego
Cerrar la puerta cómplice con rumor de caricia,
deshojar hacia el mal el lirio de una veste
-La seda es un pecado, el desnudo es celeste;
y es un cuerpo mullido, un diván de delicia.-
Abrir brazos…así todo ser es alado;
o una cálida lira dulcemente rendida
de canto y de silencio…más tarde, en el helado
más allá de un espejo, como un lago inclinado
ver la olímpica bestia que elabora la vida…
Un 6 de julio de 1914, se escuchaban disparos en una habitación en el centro de Montevideo, más precisamente en Andes 1206, el cuerpo de Delmira yacía sin vida junto al de su esposo, Enrique Job Reyes. Hoy, al pasar por esa esquina, vemos un rosal y una baldosa a modo de placa, que homenajea a la poetisa, y nos recuerda también que la presencia de la violencia doméstica, lamentablemente, continúa hasta hoy día.
DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ
CUBANO URUGUAY,GENIO
VER EN
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