Escribir se me ha vuelto odioso y no sé qué hacer. De buena gana me ocuparía de la medicina; aceptaría cualquier puesto, pero carezco de la agilidad necesaria. En estos momentos, cuando escribo o pienso en lo que debo escribir, siento tanta repugnancia como si hubiera comido una sopa de col de la que hubiesen sacado una cucaracha (perdone la comparación). No es la escritura en sí misma lo que me da náuseas, sino el entorno literario, del que no es posible escapar, y que te acompaña a todas partes, como a la tierra su atmósfera.
- Antón P. Chéjov
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