LOS MUERTOS DE JAMES JOYCE
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
Los muertos de James Joyce es uno de los relatos más resaltantes de Dublineses (1914). En una fiesta navideña se reúnen varias familias para departir, charlar y comer. Si en el Banquete de Platón se habla del amor, en el banquete joyceano se habla de la muerte.
2
Sobre la mesa abundan los platos exquisitos : ganso horneado, apio para la sangre ,pudin y vinos. Se hacen brindis bajo la luz de las velas y las notas de un piano que incitan al baile. Una oración es pronunciada antes de la cena.
En la reunión las conversaciones giran en torno el arte en general, el teatro, la poesía, el canto de los pájaros y la ópera de Enrico Caruso . Luego se habla del juicio final, las penitencias, los ataúdes y los amigos ausentes. Hay llantos y risas. Afuera, las carretas se desplazan al ritmo ruidoso de los cascos de los caballos sobre la calle cubierta por la nieve.
3
Gabriel pronuncia un discurso antes de la cena:
“Pero como todo -continuó Gabriel, su voz cobrando una entonación más suave-,siempre hay en reuniones como ésta pensamientos tristes que vendrán a nuestra mente: recuerdos del pasado, de nuestra juventud, de los cambios, de esas caras ausentes que echamos de menos esta noche. Nuestro paso por la vida está cubierto de tales memorias dolorosas: y si fuéramos a cavilar sobre las mismas, no tendríamos ánimo para continuar valerosos nuestra vida cotidiana entre los seres vivientes. Tenemos todos deberes vivos y vivos afectos que reclaman, y con razón reclaman, nuestro esfuerzo más constante y tenaz.
4
Ya en su casa, Gabriel y su esposa Greta continúan la conversación sobre los muertos. Gretta habla de Furey ,un enamorado de su juventud:
-Él está muerto -dijo ella al rato-. Murió cuando apenas tenía diecisiete años. ¿No es
terrible morir así tan joven?
5
Y cuando yo no llevaba más que una semana en el convento se murió y lo enterraron en Oughterard, de donde era su familia. ¡Ay, el día que supe qué, que se había muerto!
Se detuvo, ahogada en llanto, y, sobrecogida por la emoción, se tiró en la cama…
6
Mejor pasar audaz al otro mundo en el apogeo de una pasión que marchitarse consumido funestamente por la vida.
7
Su alma se había acercado a esa región donde moran las huestes de los muertos. Estaba consciente, pero no podía aprehender sus aviesas y tenues presencias. Su propia identidad se esfumaba a un mundo impalpable y gris: el sólido mundo en que estos muertos se criaron y vivieron se disolvía consumiéndose.
8
Leves toques en el vidrio lo hicieron volverse hacia la ventana. De nuevo nevaba. Soñoliento vio cómo los copos, de plata y de sombras, caían oblicuos hacia las luces. Había llegado la hora de variar su rumbo al poniente. Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda. Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas.
9
Caía, así, en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos.
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