Alma de llama .
Un hombre que me amaba, me dijo una vez:
-Alma de llama!
Y desde entonces, en cada uno de mis estados de ánimo, me imagino mi alma como una llamita terca y cambiante.
Cuando me besas, amado, debe ser una temblorosa lucecita azul; cuando por cualquier puerilidad, tenemos uno de nuestros fugaces enojos, debe ser escarlata; si vamos juntos y estoy alegre, será un pequeño fuego claro con resplandores rosa; ahora que sufro, flameará morada, casi negra, como esas antorchas, que se usaban antes en las ceremonias fúnebres.
Y desde entonces, también, miro todas las luces con una especie de simpatía fraternal.
Y pienso que, cuando me muera, tú qué ahora ríes y me llamas romántica, porque te digo esto, sentirás también mi mismo amor, supersticioso por la luz y con afán contemplarás, todos los fuegos, preguntándote ansioso:
Desde qué llama me estará mirando ella?
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JUANA DE IBARBOUROU.
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