Esperando la vacuna como “El coronel no tiene quien le escriba”
Aunque en la novela de Gabriel García Márquez "El coronel no tiene quien le escriba", el personaje no espera la vacuna sino una carta anunciando el pago de su pensión, quiero hacer una comparación con mi condición de jubilada que también espera una respuesta.
“El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata. Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la hornilla de barro cocido en una actitud de confiada e inocente expectativa, el coronel experimentó la sensación de que nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas. Era octubre. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que había sobrevivido a tantas mañanas como ésa. Durante cincuenta y seis años -desde cuando terminó la última guerra civil- el coronel no había hecho nada distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que llegaban”... “Ya falta poco para que venga la pensión -dijo el coronel. -Estás diciendo lo mismo desde hace quince años(...)”
Me explico, a través de comentarios de los amigos y allegados supe que estaban vacunando a los menores de 70 años y llamé a Sumimedical,- IPS de la EPS Red Vital, -no sin antes haber soportado durante horas el menú repetido hasta el infinito enumerando las medidas de protección, la invitación a llenar los datos de contacto, hasta que me contestó una señorita, ante mi pregunta del turno de vacunación, me dijo, “estamos en campaña pero no hay vacunas”, le pregunté. ¿Qué hago? La respuesta fue, “vuelva a llamar”, mi comentario del momento lo resumo, pero si llevo horas llamando y no contestan, “claro, me dijo, si es que los maestros colapsaron la línea”.
Tengo un número de celular donde pregunto diariamente el turno y parece que contestara una grabación, porque siempre es el mismo texto, decidí llamar al fijo y quiero agregar que por la demora en responder me acostumbré a hacer las cosas con una sola mano mientras en la otra sostengo el teléfono con el altavoz y los mensajes que ya referí, hasta que lo logré, me hablaron : “En qué puedo servirle?” cuando supo el motivo me pidió el número de la cédula e inmediatamente me comunicó que la cita estaba para el viernes 23 de abril a las 2.12 minutos; no es por nada, pero me pareció sospechosa la hora 2.12, esto se da pero en Europa, sin embargo, después reflexioné lo siguiente: si aquí en mi país pasan tantas cosas raras como las que contó el Nobel ¿por qué esta no ? , y empecé a hablar de mi próxima cita de vacunación, muy contenta.
Debo decir que durante todos estos días, mucha gente me ha llamado a contarme que están vacunando en la clínica El Rosario, en la clínica del Prado, que en la 80 está la Secretaría de Salud del Municipio y otras, me instan a intentar suerte, les he dicho que me ajusto a la institucionalidad.
Pues la cita para el 23 de abril a las 14.12 se canceló y lo supe porque volví a llamar durante horas ante las noticias de la radio de que en Medellín no había vacunas. Cualquiera supone que cuando el personal se cita para la aplicación es porque hay reservas de las dosis, pero no, más tarde me llega un mensaje de texto con otra cita para el 3 de mayo a las 16.06. Mientras tanto mastico esta frase, los afiliados a SURA y otras EPS son más afortunados.
En toda esta historia hay cosas que me reconfortan puesto que no he tenido que pensar en vender " el cuadro de una mujer entre tules rodeada de amorines en una barca cargada de rosas”, el gallo de pelea , ni el reloj, y todavía tengo café.
Ya para terminar, recuerdo mi felicidad ante la cita y mi desahogo de este momento cuando recuerdo un poema del Siglo de Oro de la literatura española de los hermanos Argensola, A una mujer que se afeitaba [maquillaba] y estaba hermosa: aquí está el último terceto:
“Porque ese cielo azul que todos vemos,
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!”
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