Lev Shestov sobre Dostoievski.
Dostoievski no sabía, ciertamente nada del Ángel de la Muerte. Había oído hablar de tal ángel, pero no podía ocurrírsele que ese huésped misterioso, invisible, quisiera compartir sus dones con un mortal. Le era imposible sin embargo, rechazar ese obsequio así como no podemos rechazar los dones del Ángel de la Vida.
Todo lo que poseemos, lo recibimos no se sabe de dónde, no se sabe de quién. Todo eso nos ha sido otorgado antes aún de tener nosotros el poder de hacer preguntas y de responderlas.
La segunda vista le fue otorgada a Dostoievski, que no la pedía, de un modo tan inesperado tan súbito, como la primera. Una sola diferencia: en tanto que la primera vista, los ojos "naturales", aparecen en el hombre al mismo tiempo que todas las demás facultades con las cuáles están en armonía y forman el acuerdo completo, la segunda visión nace sólo mucho más tarde, y quien nos la otorga no se preocupa para nada de acuerdo alguno de armonía.
La muerte es la disonancia más grande, la más brutal ruptura, de todo acuerdo, de todo concierto.
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