Mi corazón es un animal vespertino que, nostálgico y moribundo, es atraído por la calma que los arreboles traen consigo y esta es la razón por la que en el ocaso, en repetidas ocasiones he sentido que desaparecer sería lo único que verdaderamente necesito.
Sería una fortuna adelantársele al olvido, y quizá ya lo hice, pero aún desdibujarse del presente y del futuro es preciso; que después de haber llorado tanto por un pasado que jamás he vivido, la muerte del día también haga atardecer a cada uno de mis débiles latidos, porque ya no hay nada aquí, jamás lo hubo mejor dicho, y lo único que he acumulado, además de la melancolía por un pasado que ni siquiera fue tan amable conmigo, es la vergüenza de no tener más años de muerto que de vivo.
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