He sido niño y adolescente con Juan Marsé en la barriada de La Salud, respirando la cercanía del Guinardó y del Carmelo. Conozco por dentro una geografía humana y un tiempo de posguerra en el que los niños se reunían para imaginar las ciudades lejanas, sacar partido a las historias del cine y sentir curiosidad, respeto o miedo por personajes extraños que llegaban del ayer envueltos por el humo del tabaco y del misterio político. Estábamos en el culo del mundo. La imaginación es una forma de resistencia en épocas difíciles. Que la imaginación rica sea una respuesta pobre no significa que sea una mala respuesta.
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