TACOS FETICHES Cuando yo era un joven periodista recién recibido ansiaba encontrar el Gran Reportaje que me sacara del anonimato del recién graduado a quién nadie da importancia.
Cuando yo era un joven periodista recién recibido ansiaba encontrar el Gran Reportaje que me sacara del anonimato del recién graduado a quién nadie da importancia.
Pregunte a un Doctor especializado en psiquiatría y él me habló de una paciente muy especial.
Escribí la dirección en mi libreta de notas y decidí, a la suerte, encontrarme con una bella mujer que subestimaba su encanto a pesar de que cada tarde se colocaba en la ventana del segundo piso donde vivía a esperar algún hombre que la descubriera y la sedujera. Pero nada, a pesar de las numerosas cirugías plásticas que se había practicado en el rostro nada cambiaba.
Los hombres que pasaban en auto- y esos eran su principal objetivo- le gritaban: “Mona Lisa” o “Tabla de Planchar” y algunos, más osados se atrevían a llamarla “Leonarda da Vincha” y ella no sabía el por qué.
La entrevisté y comenzó a contarme su desdicha y que temía quedarse solterona. Y lloró y lloró, como si en cada lágrima se escurriera una culpa del pasado.
La interrumpí al respecto y me dijo que nunca había tenido novio o amante, que no sabía nada del sexo y que se iría a la tumba virgen como su finada tía Alberta.
Vi que con tan poca información no podía hacer un reportaje ni aun un cuento dramático. El tiempo pasó.
Una tarde pase por su residencia y en vez de ver su silueta otee un par de zapatos de tacones altos y amplias plataformas en unas piernas que colgaban del borde inferior de la ventana. Me decidí a subir y a Fernanda-su nombre profesional- le había cambiado la vida.
Había acudido a un brujo de la Umbanda quien le recomendó que no mostrara su rostro sino unos sensuales zapatos. Y así hizo. Al punto que los hombres hacían colas para ver la poseedora de aquellos zapatos tan sexuales más las adorables piernas. Tan calientes estaban que no se espantaban de su peculiar rostro.
Fernanda hizo mucho dinero. Se compró una casa en un barrio residencial y auto con chofer. Tenía una clientela fija de hombres ricos que gustaban de lamerle los zapatos. La ex solterona se compró una colección de tacos de altas puntillas para todos los gustos.
Y no tuvo que asomarse más a la ventana para que le gritaran “Mona Lisa” y así fue feliz.
Moraleja: un par de tacos en la posición correcta pueden cambiar el destino de muchas mujeres solteras o viudas.
Dr Orlando Vicente Alvarez
cubano uruguayo
genio
humor
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