«Los políticos y los periódicos no dejan de hablar sobre la libertad, pero en cuanto la pones en práctica, ya sea en la vida o en el arte, irán a por ti y acabarás entre rejas, ridiculizado o incomprendido. […] Pero olvidan que cada siglo se necesitan 5 o 6 hombres con talento para rescatar al arte del anquilosamiento y la muerte. No digo que sea uno de esos hombres, pero lo que sí tengo claro es que no soy uno de los otros. Lo cual hace de mí un INCONFORMISTA».
Bukowski sentencia: «Soy un tipo peligroso cuando se me deja solo frente a una máquina de escribir», y lo deja apostillado página tras página en las cartas que aparecen en este nuevo libro.
La enfermedad de escribir demuestra la sustancia de la que estaba hecho Bukowski; sus obsesiones a la hora de escribir, la necesidad imperiosa por ser honesto a la hora de hacerlo tanto en la poesía como en la narrativa sin dejar de beber de una autocrítica clínica como bebía alcohol hasta quedar en los bordes de la vida. Sumándole un análisis fino e inconformista —este último adjetivo utilizado como estandarte casi por él mismo— del mundo literario y del arte en general con pensamientos como: «el arte solo es inteligente si sacude las entrañas» o «la popularidad justifica el arte mediocre».
Bukowski, ese maldito que parece que solo habla de los antihéroes, los mundos bajos, los vicios con paisajes de un realismo sucio a menudo tupido y agarrotado, no dejaba de leer y observar lo que sucedía en su tiempo con la poesía y la narrativa. Las críticas lúcidas que hace en estas cartas a escritores, editores, redactores y críticos reflejan al hombre enfermo por el oficio de escribir mientras levemente velado deja ver, como detrás de una fina gasa o simplemente del humo de cigarrillos, al hombre roto que se recompone y vive con y para el arte como fin último en el mundo miserable y autodestructivo en el que existe.
Hay miles de discusiones con y sin registro acerca de si es necesario o no conocer al ser humano detrás del artista; si hay necesidad de indagar en sus pensamientos para comprender su arte, y cuando aparecen libros como este, en donde un escritor expresa libre pero sobre todo concienzudamente las reflexiones sobre el mundo en el que se desempeña, como lectores, amantes o no de Bukowski, no se puede hacer otra cosa que zambullirse: para leerlo mejor al propio autor, para cuestionar la literatura y el mundillo editorial de su tiempo, los de hoy y ver cómo muchas discusiones actuales son las mismas que las de antes. Y por supuesto, para quienes escriben y reciben consejos.
No se puede más que concluir que Bukowski es un poeta rebelde con causa y en La enfermedad de escribir queda más que demostrada esa verdad.
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