Descubrí, también, leyendo a Proust, al comprender esa soberbia locura de escribir, esa pasión incontrolable y siempre controlada, descubrí que escribir no era una palabra vana, que no era nada fácil, y que, contrariamente a la idea que flotaba en aquella época, los verdaderos escritores no abundaban más que los verdaderos pintores o los verdaderos músicos. Descubrí que el don de escribir era un regalo de la suerte, hecho a muy pocas personas, y que los pobres bobos que querían convertirlo en una carrera o un pasatiempo no eran otra cosa que unos miserables sacrílegos.
- Françoise Sagan
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