Para escribir es imprescindible que hayan arraigado en la conciencia las grandes verdades fundamentales, y que la obra se oriente hacia una o hacia todas. Los que no saben hablar del orgullo, del honor, del dolor, son escritores sin trascendencia y su obra morirá con ellos o antes que ellos. Goethe y Shakespeare han resistido a todo porque creían en el corazón humano. Balzac y Flaubert también. Son eternos.
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