A NUESTROS NIETOS CON AMOR.
Hay que ver que con
el nacimiento de nuestro primer hijo nos
pareció una bendición de Dios y un milagro biológico. A la mayoría de los
padres le debe suceder lo mismo.
Nos parecía en gran
parte un acontecimiento natural fruto del amor de los padres. Los vimos crecer,
dar sus primeros pasos y decir sus primeras
palabras que eran Papá o Mamá. Y nos parecía la cosa más natural del mundo.
Después, cuando eran
mayores comenzaron exigencias más severas para que fueran organizados y
disciplinados y futuros hombres o mujeres de bien, siempre en la creencia
religiosa de sus padres.
Años más tarde
llegaba la adolescencia, el período de rebeldía que atraviesan todos los chicos en el cual
todo cambia, hasta parecernos que ya no somos importantes en sus vidas y que
nuestros consejos son de otro mundo. Y sufrimos, por no comprender bien que es
una etapa normal de independencia que todos tienen que atravesar por muchos valores
que les hayamos inculcado.
Luego viene el enamoramiento y el noviazgo. Pensamos que perdemos una
parte de ellos y sobre todo de su amor. Somos egoístas en eso de apropiarnos de
los sentimientos de nuestros hijos, hasta que nos resignamos.
Y tenemos que
competir con un yerno o una nuera que nos viene a dividir, casi siempre, como
familia, sobre todo en Cuba en que dos o tres generaciones conviven bajo el
mismo techo.
Y a la hora de la llegada del primer nieto o
nieta, ¡Qué amor que nos renueva! Había existido como una pausa en el amor que
nuestros hijos nos demostraban. Pero la llegada de una nieta nos “embaraza” a
nosotros los abuelos también.
Cuidado con dar muchos
consejos y avisos a nuestra hija sobre el embarazo, a pesar de haber sido también
padres y tener experiencia. Mucho cuidado. Los hijos quieren hacer las cosas a
su manera, y nos tildan de viejos o viejas muy entrometidos en el proceso.
Cuando mi nieta nació aquí
en Uruguay por cesárea a causa de una Eclampsia pesó 860 gramos. Yo estaba a su
lado y lloraba como un crio. La madre tranquila, en otra sala, confiaba en que
todo saldría bien, que así era la vida.
MI nieta cabía en una
mano y estuvo en incubadora dos meses. La doctora del CTI decía que la beba era
todo una luchadora y que iba a tener mucho carácter. Se agarraba a la vida con
todas sus fuerzas.
Semanas después le
permitieron darle el pecho y alimentarla con leche materna ordeñada de la
madre. El padre siempre confiaba que la beba saldría adelante. Y así fue.
Un buen día le dieron
de alta en la Mutualista y qué emoción sentí al apoyarla contra mi corazón como
si fuera un milagro de Dios. Yo que soy médico, vi en Nicaragua como morían los
prematuros diariamente. Pero la ciencia había avanzado para bien y el
descubrimiento del Surfactante para la maduración pulmonar había resultado
milagroso.
Ahora mi nieta camina
y me llama TATA en lugar de decirme Abuelo y dispone de un idioma muy especial
en que se escuchan algunas vocales y pedazos de canciones que solo la madre entiende.
Le da el pecho todavía.
Yo siento tanto amor
por la niña que descargo en ella lo que mis hijos no tuvieron en Cuba. Llenándola
de juguetes cada vez que la veo a cambio de un poco de atención y amor.
Es un error comprarle
tantos juguetes. Solo en días especiales del año. Así aprenden a valorar las cosas. Pero mi hija y mi yerno no
me dicen nada.
Otra cosa, cuando tiene alguna diarrea, la madre
me llama alarmada al cell y pide consejo: Yo le digo que su madre, mi esposa en
Cuba, le daba infusión de la cascara de fruta de Granada-que era un remedio
santo-y sales de rehidratación oral y que no suspendiera el pecho.
Pero a mí ellos no escuchan
consejos de un médico viejo pero con experiencia y la llevan al Pediatra quien
le aconseja lo mismo excepto que no conoce la Granada.
Pero los nietos son
otro resurgimiento del profundo amor que dábamos a nuestros hijos, y un
reverdecer de la importancia de tener un abuelo cercano a quien solo le llama
Tata, todavía.
Dr Orlando Vicente Álvarez
cubano uruguayo,genio
cubano uruguayo,genio
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