VIAJE DEL HOMBRE A LA LUNA. CÓMO SE
DIFUNDIÓ EN CUBA.
Recuerdo el día en que los primeros seres humanos pisaban la superficie de la Luna.
Eran mis vacilones de 1969. Mi familia y yo estábamos en nuestra finca de
Filipinas, actual Villorrio, donde no había llegado la electricidad ni agua
potable.
Yo, pegado a un radio de pilas soviético, sintonicé
una estación en onda media. La VOA o sea la Voz de América-en aquellos tiempos todavía
no existía Radio ni TV Martí-y los medios de
comunicación cubanos no decían nada del acontecimiento que se acercaba
aunque estaba difundido por toda el
planeta y la humanidad estaba pendiente.
Claro. Eran los tiempos de la guerra fría y
los soviéticos parecían más adelantados
en la conquista del espacio exterior.
Yo escuché en español al locutor muy
emocionado conectado a la NASA que dirigía la operación:
- El 21 de julio, a las 02:56 horas GMT, el
comandante Neil Armstrong descendió por la escalerilla del Eagle y pisó la
superficie lunar, pronunciando una de las frases más conocidas de la historia.
El mundo se abrazó emocionado frente a las pantallas de televisión y los
transistores de radio, porque sintió aquella hazaña como suya.
Yo corriendo avisé a mis padres que se
encontraban en la cocina de que el Hombre había llegado a la luna.
-Primero Dios puso el pie allí. No veo donde
está la Azaña- dijo Papá indiferente.
Pero yo estaba excitado. Me parecia algo
grandioso y corrí por el campo a darle la noticia a mis dos hermanos mayores.
Ellos siguieron en sus faenas como si la
noticia no fuera más que otra más de mi fértil imaginación.
La Televisión cubano creo que dio la noticia laconiamente
y sin más explicaciones.
Armstrong se convirtió en el primer ser humano
en pisar la luna y dijo: "Ese es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la
humanidad".
Esa frase, todavía la más famosa de la
ciencia y del hombre, aun me emociona.
Varios años después, el semanario humorístico
cubano PA’LANTE publicó en su primera plana una caricatura a todo color del Robot
soviético Lunajov, arrojándole con uno de sus apéndices polvo a los dos cosmonautas
norteamericanos, así ridiculizando la hazaña como si la máquina pudiera sustituir
a la especie humana. As, tardíamente, se burlaron del alunizaje humano en
nuestro satélite.
La NASA colocó una placa conmemorativa en el
tren de aterrizaje del Eagle, Cincuenta años después, en ese punto del Mar de
la Tranquilidad, unas palabras siguen recordando la dimensión universal de la
que para muchos es la mayor aventura de todos los tiempos: “Aquí hombres del
planeta Tierra pusieron por primera vez el pie en la Luna. En julio de 1969.
Vinimos en paz por toda la humanidad”.
Aquellos tres viajeros estaban envueltos en
la bandera de Estados Unidos, pero representaban al mundo entero. Pertenecían a
una vieja estirpe de navegantes; exploradores intrépidos que un día abandonaron
África sin otro motivo que el de ir siempre más allá, y no pararon hasta
colonizar todo el planeta. Que cruzaron estrechos, escalaron montañas, se
adentraron en selvas, desafiaron a los polos y aprendieron a descifrar los
secretos de los mares. Ahora, regresaban después de conquistar el horizonte más
ansiado: el de las estrellas.
Orlando Vicente Alvarez
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