EL PENSAMIENTO DE LA MUERTE.
Me produce un placer melancólico vivir en medio de esta confusión de callejuelas, de necesidades, de voces; ¡cuánta alegría, cuánta impaciencia, cuántos anhelos, cuánta vida sedienta y ebria de sí misma se produce aquí a cada momento del día! Y sin embargo, ¡para todos estos seres alborotadores, vividores y ansiosos de vivir, se hará pronto el silencio! ¡Cómo vemos alzarse detrás de cada uno de ellos a esa oscura compañera suya de viaje que es su sombra! Ocurre siempre como en el último momento que precede a la partida de un barco lleno de emigrantes; tienen más cosas que decirse que nunca, el tiempo apremia, el océano espera impaciente detrás de todo ese alboroto con su profundo silencio, ¡tan lleno de ansia, tan seguro de su presa! Y
todos piensan que la vida vivida hasta entonces no es nada o es poca cosa, que el futuro próximo lo será todo, ¡de ahí esa prisa, esos gritos, esa forma de ensordecerse y de engañarse! Cada uno quiere ser el primero en ese futuro, y, no obstante, la muerte y el silencio de la muerte constituyen la única certeza y lo que todos tienen en común en
ese futuro. Resulta extraño que la única certeza, la única suerte común, apenas haya ejercido alguna influencia en los hombres, y que la experiencia de la confraternidad de la muerte sea su sentimiento más distante. ¡Me alegra ver que los hombres se niegan totalmente a pensar en la muerte! ¡Y contribuiría gustoso a hacerles pensar en la vida, que es cien veces más digna de pensarse!
-Friedrich Nietzsche. [La gaya ciencia].
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