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Sunday, October 17, 2021

STENDHAL .

 

"Stendhal ha llegado a ser tan importante para mí que cada cinco o seis meses tengo que volver a él. No importa en absoluto de qué obra se trate, siempre que sean frases que contengan su respiración. A veces leo veinte o treinta páginas suyas y pienso que viviré eternamente."
- Elias Canetti en Calle del Orco
[Junto a Sciascia, Bolaño, Leys y Nietzsche]
calledelorco.com
El misterio Stendhal
Stendhal ha llegado a ser tan importante para mí que cada cinco o seis meses tengo que volver a él. No importa en absoluto de qué obra se trate, siempre que sean frases que contengan su respiración…

El stendhalismo, pese a su origen francés, es un fenómeno de alcance mundial y, al parecer, casi inagotable. Paul Valéry decía que Stendhal nunca tendría fin, y aunque ese nunca suena hoy a nuestros oídos bastante falaz e incierto no sólo respecto a Stendhal, sino a todo aquello que apenas ayer nos parecía estable, el stendhalismo es seguramente la pasión más duradera, la más amplia, la más ferviente que ha surgido en la historia, la vida y las costumbres literarias. Algo parecido ocurre con Casanova, aunque sin la misma intensidad y duración. En lo que respecta a Stendhal, el mejor modo para definir una pasión semejante sería, quizá, hacerle tomar cuerpo en uno de los mayores stendhalistas de nuestro tiempo, tal vez el más importante de todos: Pietro Paolo Trompeo, católico profundamente interesado por el jansenismo, romano afecto a la memoria de la Roma papal, aunque, honestamente, a través de los escritores católicos franceses que florecieron entre el primero y segundo imperio y no como consecuencia de oscuras nostalgias papistas. Convendría tener en cuenta a Trompeo, hombre de vida retirada, severa y apacible, para poder entender qué actitud, qué aspiración y qué inspiración lo llevaron a amar a Stendhal, a apasionarse por él, a seguir :sus huellas en la Italia romántica; también para comprender y definir la esencia del stendhalismo. El misterio del stendhalismo de Trompeo, al menos para mí, se ha incorporado al misterio de Stendhal (y aquí viene a cuento lamentarse de que en este año stendhaliano ningún editor haya emprendido la reimpresión, no ya de todos los escritos de Trompeo sobre Stendhal, sino, al menos, del primero de ellos, un volumen ahora dificil de encontrar, cuyo título es Sulle orme di Stendhal nell’Italia romantica).

Digo el misterio de Stendhal porque las razones que nos hacen amarlo, que nos empujan a buscarlo y nos iluminan tienen siempre algo de misterioso e inaprehensible. Haciendo hincapié en la frase definitiva del ensayo de Valéry sobre Lucien Leuwen, es posible que en un momento determinado desaparezcan del mundo los happy few (siempre pocos pese a los inmensos ecos que suscitan) que lo aman; pero, mientras éstos existan, no terminarán nunca de investigarlo, de descubrirlo, de profundizar en sí mismos gracias a su obra.

El gozo que suscita Stendhal es imprevisible como la propia vida, como las horas de un día y como los días de una existencia. Cuando y cuanto más creemos conocerlo, nos sorprendemos de pronto descubriéndolo en un fragmento, en una frase, o subvirtiendo en sus libros el orden de las preferencias o de los gustos. Se empieza concediendo preferencia al Rojo y negro, pero en un determinado momento, casi sin darnos cuenta, nos inclinamos por La cartuja de Parma, y un día, de repente, nos descubrimos inmersos en el Henri Brulard como en la esencia misma de la obra stendhaliana y plenamente conscientes de las razones de nuestro entusiasmo. Ésos son los tres grados del stendhalismo. Se ha señalado que en las páginas que sobre Stendhal nos ha dejado el stendhaliano Lampedusa encontramos al final la confesión del. paso del grado Rojo y negro al grado La cartuja de Parma: nos queda el pesar de que al autor de El gatopardo le haya faltado tiempo para una segunda e inevitable conversión a Henri Brulard (y a los Recuerdos de egotismo, una especie de apéndice de esta última).

Esos grados del stendhalismo poseen un valor objetivo y subjetivo: representan lo que, utilizando la famosa frase de Sobre el amor, podríamos denominar proceso de cristalización que se empieza a producir en la mente y en el ánimo del lector asiduo, del lector fiel, del lector que asume el lema Stendhal for ever (frase que era el ex libris de un stendhaliano cuyo nombre no recuerdo). Pero ponen también en evidencia de qué modo la obra de Stendhal encuentra su vértice en el magma, en el caos incandescente del Henri Brulard. El hecho de que se prefiera al final una autobiografía desordenada a dos novelas bien construidas, casi perfectas y de una vitalidad encantadora indica pura y simplemente que Stendhal es un escritor completamente distinto y que también es completamente distinto el lector que encuentra en sus páginas afinidades y confianza.

En el caso de otros escritores, la autobiografía, los momentos autobiográficos y los recuerdos sirven para ilustrar la obra toda; en el caso de Stendhal son la obra misma. Esto se puede comprobar también en Cellini o en Casanova; pero con estos dos escritores, con estos dos libros que son la historia de sus vidas, el’ lector apasionado realiza una lectura, por decirlo de algún modo, anagráfica: es decir, de deslinde entre verdad y falsificación de los hechos, los datos y las fechas; una lectura bastante festiva, también aplicada a Stendhal y parte del propio stendhalismo. Sin embargo, ni en el caso de Cellini ni en el de Casanova entran en juego las razones del corazón, del conocimiento del corazón humano y de nosotros mismos. Respecto a Stendhal, sólo hay un único precedente: Montaigne. Y Stendhal tiene plena conciencia de ello. “He tratado de narrar como Montaigne”, dice. Y lo dice con cautela: “De narrar”. Ambos, en su tiempo, escribieron (como Auerbach comenta de Montaigne) para unos lectores que no existían, escribieron a la par que creaban sus futuros lectores. Ha sido preciso que transcurrieran por lo menos dos generaciones para alcanzar su nivel (como dice Nietzsche de Stendhal). Ambos se encuentran en eso que podríamos llamar el finis terrae de la literatura: allí donde empieza el océano tempestuosamente festivo -o festivamente tempestuoso- de la vida.

Leonardo Sciascia
“El amor a Stendhal”
El País, 20 de noviembre de 1983

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y como expresión logradísima de una curiosidad y un talento inventivo auténticamente franceses para este reino de estremecimientos delicados podemos considerar a Henri Beyle, ese notable hombre anticipador y precursor, que, con su tempo (ritmo) napoleónico, atravesó a la carrera su Europa, muchos siglos de alma europea, como un rastreador y descubridor de esa alma: -dos generaciones han sido precisas para darle alcance en cierto modo, para adivinar tardíamente algunos de los enigmas que le atormentaban y embelesaban a él, a ese prodigioso epicúreo y hombre-interrogación, que ha sido el último psicólogo grande de Francia.

Friedrich Nietzsche
Más allá del bien y el mal
Editorial: Alianza
Traducción: Andrés Sánchez Pascual

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“Mi novelista favorito es Stendhal. Para mí es el más grande. Y Stendhal tardó 53 días en escribir ‘La cartuja de Parma’. Eso es ser un novelista. ¡53 días en escribir ‘La cartuja de Parma’!

Roberto Bolaño
Presentación de Nocturno de Chile
Instituto Cervantes de Londres, Marzo de 2003

“Sí, el que se mete a fondo en la obra completa de un escritor. Por ejemplo, leer un solo libro de Camus me parece imperdonable. O uno solo de Flaubert. O de Stendhal. Hay que leer todo Stendhal. Buscar sus libros, coleccionar sus libros, acariciar sus libros.”
Roberto Bolaño
Entrevista con Uwe Stolzmann
¿Qué autores influyeron en su literatura?
Muchísimos. En realidad todo libro que uno lee influye en la literatura que posteriormente hace. A mí me ha influido desde Arquíloco, que es un poeta griego, arcaico, que releo siempre, hasta los clásicos del siglo de oro, a quienes leo bastante a menudo. Y contemporáneos: Melville, Flaubert, Stendhal. Este último me ha influido muchísimo, aunque no se nota, porque sigo siendo muy malo y Stendhal es muy bueno.
Roberto Bolaño
“Roberto Bolaño: inédito y final”
La Tercera
Soñé que leía a Stendhal en la Estación Nuclear de Civitavecchia: una sombra se deslizaba por la cerámica de los reactores. Es el fantasma de Stendhal, decía un joven con botas y desnudo de cintura para arriba. ¿Y tú quién eres?, le pregunté. Soy el yonqui de la cerámica, el húsar de la cerámica y de la mierda, dijo.
Roberto Bolaño
Un paseo por la literatura
Editorial: Acantilado
Foto: Stendhal

 

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Cuenta la historia que cuando Facundo Cabral perdió a su esposa y a su hija en un accidente de coche, su mundo se derrumbó (a quién no se le derrumbaría ante semejante pérdida) y en ese momento tan difícil, recibió una llamada sorprendente.
La madre Teresa de Calcuta estaba al otro lado del teléfono y lejos de los convencionalismos, los pesames y las palabras que se repiten, le hizo una pregunta que cambió el sentido de su vida.
"Facundo, qué vas a hacer con todo el amor que te sobra?"
Lejos de juzgar si correspondía en ese momento. O de pensar que quién le daba derecho a hacer semejante reflexión en un momento delicado. Esa simple pregunta cambió la vida de Facundo Cabral, dotándola de un nuevo sentido.
El amor es lo único que cuánto más das y más repartes, más tienes. Cuándo vamos a empezar a amarnos más (como primer paso) y luego a amar a los demás, con la consciencia de que, de una manera u otra, todos formamos parte de la misma escuela y todos estamos aquí con el mismo objetivo?
Es que aún no hemos comprendido que el amor es lo único que nos puede hacer salir de esta polaridad, de este sentimiento de estar separados y tender puentes en los abismos que "hemos" creado entre nosotros.
Y como dice extremoduro... Ama, ama y ensancha el alma!
(Pablo Gaudio)

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