"Lo que me atraía no era la belleza externa, cuantificable e impersonal, sino algo más absoluto que se hallaba en el interior. De la misma manera que hay quien ama secretamente los diluvios, los terremotos y los apagones, yo prefería ese algo recóndito que alguien del sexo opuesto emitía hacia mí. A ese algo voy a llamarlo aquí 'magnetismo'. Una fuerza que te atrae y te absorbe, te guste o no te guste, quieras o no".
Haruki Murakami | Al sur de la frontera, al oeste del sol
El País
'Freud propone entonces agrupar los movimientos libidinales, dirigidos tanto sobre el yo como sobre los objetos sexuales, bajo la expresión única de pulsiones de vida, que él opone a la de pulsiones de muerte. La meta de las pulsiones de vida es la ligazón libidinal, es decir el establecimiento de lazos —libido mediante— entre nuestro psiquismo, nuestro cuerpo, los seres y las cosas.
Las pulsiones de vida tienden a investirlo todo libidinalmente y a asegurar la cohesión entre las diferentes partes del mundo vivo. Las pulsiones de muerte, en cambio, se orientan a desprender la libido de los objetos, a su desligazón y al retomo
ineluctable del ser vivo a la tensión cero, al estado inorgánico. En este aspecto, señalemos que la “muerte” que preside estas pulsiones no es siempre sinónimo de destrucción, guerra o agresión. Las pulsiones de muerte representan la tendencia del ser vivo a encontrar la calma de la muerte, el reposo y el silencio. Es verdad que pueden ocasionar también las acciones más criminales, cuandodo la tensión intenta aliviarse sobre el mundo
exterior, pero en el caso en que estas pulsiones permanecen en el interior de nosotros, son profundamente benéficas y regeneradoras.
Observemos que estos dos grupos de pulsiones actúan no solamente de consuno, sino que comparten un rasgo común. Quisiera detenerme aquí porque este rasgo constituye un concepto absolutamente nuevo, un verdadero salto en el pensamiento freudiano. ¿Cuál es ese rasgo común a las
pulsiones de vida y de muerte? ¿Cuál es ese concepto nuevo? Más allá de su diferencia, las pulsiones de vida y de muerte aspiran a restablecer un estado anterior en el tiempo.
Sea la pulsión de vida la que, anudando seres y cosas, aumenta la tensión, o la pulsión de muerte que aspira a la calma
y al retomo a cero, ambas tienden a reproducir, a repetir una situación pasada, haya sido esta agradable o desagradable, placentera o displacentera, serena o agitada. Aquellos que nos hablan, nuestros pacientes, suelen mostrar una tendencia a
repetir sus fracasos y sufrimientos con un vigor más poderoso aún que el que los conduce a recobrarlos acontecimientos gratos del pasado. Así el caso de aquel director de empresa siempre creativo,
que no puede evitar que sus proyectos se derrumben indefectiblemente apenas realizados, como si estuviesen condenados por la fatalidad.
En síntesis, el nuevo concepto introducido por
Freud con la segunda teoría de las pulsiones es el de la compulsión a la repetición en el tiempo. La exigencia de repetir el pasado doloroso es más
fuerte que la búsqueda del placer en el acontecimiento futuro. La compulsión a repetir es una pulsión primera y fundamental, pulsión de pulsiones; no es ya un principio que orienta, sino una tendencia que exige volver atrás para reencontrar lo que ya tuvo lugar. El deseo activo del
pasado, aun si el pasado fue malo para el yo, se explica por esta compulsión a retomar lo que no
había sido terminado, con la voluntad de completarlo. Habíamos demostrado que nuestros actos
involuntarios eran los sustitutos de una acción ideal e incumplida. La compulsión a la repetición sería, pues, este deseo de retornar al pasado para perfeccionar sin escollos y sin demoras la acción que había quedado en suspenso, como si las pulsiones inconscientes no se resignaran nunca a ser
condenadas a la represión."
*Juan David Nasio. "El placer de leer a Freud".
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