ARTE DEL SIGLO XV AL SIGLO XIX
Una "pintura pequeña de tamaño" en una lámina de cobre.
JOVEN DORMIDA EN UNA HAMACA
1775 - 1778. Óleo sobre lámina de cobre, 19 x 15 cm. Sala 036 – Museo del Prado.
Autor: Luis Paret y Alcázar
Las dimensiones de la pieza y el preciosismo de la ejecución la aproximan a la formulación de una miniatura -en las que el artista era maestro-, pero la concepción general compositiva y espacial posee la monumentalidad de un gran lienzo, e incluso puede afirmarse que su calidad estética es mucho mayor, considerando que el pintor trabaja más a su gusto en pequeño formato.
Su técnica cuidada y minuciosa semeja la labor de un orfebre; recuérdese a tal efecto que en su importante biblioteca figuraba un Arte de pintar en miniatura en lengua francesa, así como su probable periodo de formación junto a Agustín Duflos (1700-1786), el diamantista francés joyero de Carlos III en Madrid.
El dominio del cromatismo es sorprendente; la armonización de la enorme variedad de tonos muestra la enorme habilidad del artista que sabe combinar luces y sombras, formas y colores para lograr una verdadera joya pictórica, a pesar de su reducido tamaño.
La escena muestra un interior, de bien calculada perspectiva, embellecido por un suntuoso cortinaje, bajo el que aparece una joven durmiendo en dulce abandono sobre una hamaca; descuidadamente enseña su seno derecho y el desorden de la habitación sugiere, tal vez, un fugaz encuentro amoroso instantes atrás.
El entorno evoca los recuerdos del trópico (ambientación cálida, luminosidad, mobiliario) que Paret conoció durante su exilio en Puerto Rico, aunque es posible que el momento escogido para elaborar el cuadrito sea posterior, después de su regreso a la península. Los aciertos del artista se advierten en la facilidad para conseguir una atmósfera verosímil, en la calidad y la riqueza de motivos que se despliegan: naturaleza muerta del primer término, objetos sobre el mueble del fondo, cuadro colgado en la pared, ventana abierta que permite iluminar la estancia, en suma, todo un sinfín de menudos objetos que contribuyen a dotar de autenticidad al conjunto. Esta pieza se relaciona muy estrechamente con las dos existentes, una sobre tabla y otra sobre cobre, en el Palacio Real de Madrid, aunque aquí aparece un solo personaje y existe una mayor simplificación de pormenores. Otro aspecto que les diferencia, además de las medidas, considerablemente mayores las dos primeras, es el espíritu crudamente popular que reina en los cuadros del Palacio Real, frente a la pretendida intención de cierto lujo y fantasía que se advierte en el gabinete dónde reposa la protagonista, vestida a su vez con un elegante atuendo. (Texto extractado de Luna, J. J. en: Memoria de Actividades 2012, Museo Nacional del Prado, 2013, pp. 40-42).
Sobre el autor de la pintura:
Paret y Alcázar, Luis
Madrid, 1746 - Madrid, 1799
Al igual que Luis Meléndez, Paret es otro gran artista que vivió casi fuera de los encargos oficiales, alejado de la Corte gran parte de su vida creativa por causa de distintos motivos y desaprovechado por completo para colaborar en la vivificación de un gran arte nacional.
Fue un exquisito autor de refinadísimas composiciones, plenas de gracia y elegancia, con grandes dotes de observación para los motivos de género, que hoy constituyen uno de los mejores documentos para conocer la sociedad de su tiempo, vista a través de un prisma poético de admirable sensibilidad. Hijo de padre francés y madre española se formó parcialmente en la Real Academia de San Fernando, estuvo en Roma tres años, y así completó su educación artística y literaria. Sirvió al infante don Luis, hermano de Carlos III, y debido a su colaboración en las aventuras galantes del príncipe fue desterrado a Puerto Rico (1775-1778); regresó a España y vivió en Bilbao, puesto que hasta 1787 no se le permitió entrar en Madrid.
Paret es el más rococó de los pintores españoles, pero también conoció los principios de un neoclasicismo digno y resuelto. Parece que estudió la pintura veneciana del siglo XVIII y también la francesa, ya que su maestro fue Charles de La Traverse, artista que trabajó en España.
Sus agradables interiores y paisajes, plenos de menudas figurillas y las escenas costumbristas, no exentas de intención crítica o tierna picaresca, le sitúan entre los mejores pintores europeos de la centuria. Son típicas sus obras en pequeño formato, centelleantes en los colores y vibrantes en el finísimo toque. La fantasía y riqueza de las escenas no tienen paralelo en el arte español y se despliegan ante la vista con un esplendor inimitable, que alcanza calidades de joya en los detalles y en el conjunto. Paret sabe otorgar el mismo encanto a las composiciones complejas y a las sencillas o a las que carecen de argumento; éste es el caso de la pintura de flores, visible en agradables cuadritos.
Como es lógico, el mundo del teatro, las máscaras y los espectaculares atuendos de las fiestas de carnaval le atrajeron, al igual que a tantos otros artistas dieciochescos, puesto que en tales temas podía dar rienda suelta a sus motivos, casi de ensueño. Todo ello permite al espectador asomarse a momentos placenteros y amenos habituales del siglo XVIII y, en el ambiente español, conocidos por crónicas y retratos.
También pintó paisajes de los puertos del norte de España, asuntos religiosos y escenas históricas entre otros motivos y proyectó desde altares hasta fuentes, por lo que su producción refleja una extraordinaria mente inquieta y una inextinguible imaginación creativa, lo que unido a su facilidad para el dibujo y su irreprochable factura le convierten en uno de los autores más atractivos de todo el siglo XVIII europeo (Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado. De Van der Hamen a Goya, 2008, pp. 163-164).
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