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NY TIMES: El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dio el último ejemplo del amor de la izquierda por el autoritarismo de cuates: recibió con honores a dos autócratas —Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel— y les regaló aplausos y elogios. La crisis pandémica, por otro lado, nos recordó la ineptitud administrativa de la “marea rosada”: América Latina se benefició de los buenos precios de las materias primas durante la primera década del siglo, pero la izquierda, que gobernaba en buena parte de sus países, jamás previó cómo administrar las expectativas sociales cuando el ciclo se acabara. El resultado: países más pobres y con culturas políticas menos democráticas. El kirchnerismo tuvo miles de millones de dólares en gasto social tras el default de 2001, pero ahora, tras al menos 14 años de gobierno, Argentina enfrenta nuevos pasivos sofocantes y una pobreza inmoral. El chavismo y el sandinismo de Ortega incapacitaron política y económicamente a Venezuela y Nicaragua. La dictadura de la familia Castro ha estado hundiendo su isla privada en el Caribe durante más de medio siglo. AMLO critica el legado del neoliberalismo pero ajusta como neoliberal y antagoniza con el feminismo como un conservador. Bolivia y, hasta cierto punto, Ecuador exhibieron reducciones históricas de la pobreza —bravo— pero sus líderes creyeron que eso les daba derecho a presidencias vitalicias.
A mí me enseñaron que la izquierda representaba la cúspide de los valores humanistas e intelectuales. Solidaridad, inclusión, equidad. Creatividad e inteligencia. Honestidad. Defensa de la democracia igualitaria. Diálogo. Vocación por el cambio.
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