“Envejecer. ¿Por qué en nuestra civilización lo consideramos un desastre y solo valoramos a la mujer “que se mantiene joven”?¿Por qué “mantenerse joven” cuando la aventura radica en el cambio y el crecimiento?
Hasta que no has superado el meridiano de los cincuenta no puedes creerte que la sentencia universal de muerte también te afecta a ti. A los veinte somos inmortales; hasta los cincuenta estamos demasiado atrapados por la vida como para pensar en el final; pero de los cincuenta y cinco en adelante la índole de la vida más profunda cambia debido a este conocimiento. El tiempo de repente se hace telescópico; la vida en si misma se vuelve más preciosa de cuanto hubiera podido serlo antes… Es imperativo probarla, saborearla, todos los días, a cada hora, y eso significa reducir el derroche, ser muy consciente de que es lo irrelevante y qué lo relevante. Hay goces tardíos al igual que los hay tempranos. De joven, ¿Quién tiene tiempo para pararse a mirar al trasluz el brillo de una amapola Shirley? El mundo exterior es solo la resonancia de los propios sentimientos. Pero, en la madurez, la luz de la tarde reflejada en el mármol de un muro blanco puede adquirir cualidad de revelación.”
Anhelo de raíces, May Sarton, Gallo Nero
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