Tampoco debemos olvidar que, en vida, Shakespeare no era Shakespeare, sino simplemente don William Shakespeare, de la astuta y próspera firma de Condell, Shakespeare y Cia., propietarios del teatro El Globo de Londres; y un autor cortesano, de nombre Chettle, lo despreciaba como un “cuervo en ascenso” embellecido “con las plumas de otras aves”.
Porque, nótese bien, la imitación suele ser la primera acusación lanzada contra la originalidad. Por qué ocurre así, no tenemos aquí espacio para explicarlo. Se necesita mucho espacio marino para decir la verdad, en especial cuando parece presentar en su aspecto una novedad, como sucedió con América en 1492, incluso aunque entonces era tan antigua como Asia o más. Pero los marinos comunes y corrientes, esos sagaces filósofos, nunca antes la habían visto y juraban que todo era agua y brillo de luna.
- Herman Melville
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