"Y pronto del poblado entero subió el mismo grito de miseria. Los hombres habían regresado a sus casas y cada hogar se lamentaba ante el desastre de aquella mala paga. Las puertas volvieron a abrirse y aparecieron las mujeres gritando en la calle, como si sus quejas no hubieran podido resistir bajo el techo de las casas cerradas. Caía una lluvia fina, pero no la sentían, se llamaban desde las aceras y se mostraban el dinero cobrado en el hueco de su mano.
- ¡Mirad! Le han dado esto, ¿no es burlarse de la gente?"
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