Para conmemorar este domingo de resurrección (natalicio) de Baudelaire:
Charles Baudelaire es el gran poeta lírico de la modernidad. Su obra, utilizando la alegoría de Walter Benjamin, nace bajo la sombra del esplendor capitalista. La poesía extraída de sus flores del mal es un destilado que, básicamente, transforma la podredumbre de la sociedad en belleza, cuya embriaguez cura el hastío por un momento a cambio de provocar la náusea. El proyecto de Baudelaire pretendía explorar los pecados capitales, el lado oscuro de la naturaleza humana desde la visión occidental del mundo; no obstante, fue más allá de esto. «Les fleurs du mal» no sólo son el canto sensual opuesto a la estridencia prosaica de la ciudad, la urbanización y la industria, sino también la biblia negra de la estética decadentista y del escritor de vanguardia. Sus preceptos poéticos, como la novedad y la subversión, siguen en pie y marcan aún el sendero de la creación literaria. Sus preceptos estéticos, como la bohemia y el dandismo, también perviven en el imaginario de algunos sectores culturales, en tanto inherentes al ser del auténtico escritor. Baudelaire logró convencer a los artistas de luchar contra la Quimera, hecha de una mezcla aberrante entre los peores valores del cristianismo y la burguesía: fuerzas con el objetivo de someter la libertad. Ante tal situación, propagó con éxito la idea del artista improductivo materialmente, una entidad marginal en proceso de auto-destrucción, pues era la única vía para mantener intacta la dignidad individual y, a un tiempo, salirse del dominio de la totalidad, del sistema económico para boicotearlo. Le parecerá horripilante un hombre útil, porque ve en éste a un enajenado, engranaje sin voluntad de la maquinaria estatal. La misma actitud hallaremos en su ética, una inversión (por ello demoniaca) de los mandamientos católicos: el amor como fundamento del mal, el prójimo como víctima de nuestras pasiones, por ejemplo. Sus personajes, aunque debíamos hablar de símbolos, encarnan el desacato a continuar con los órdenes establecidos, con la iglesia y el Estado. Y la solución más radical a ello, influenciada por Schopenhauer, consiste en negar la procreación humana, la cadena del dolor y la desdicha. De ahí el asesino, la prostituta y la lesbiana, entre otros, los cuales representan el nihilismo y la desviación de la sexualidad reproductiva, la hermosura de la esterilidad. Hay dos obras intelectuales decimonónicas, una poética y otra filosófica, que se hermanan paradójicamente a pesar de tratar y mostrar salidas opuestas al capitalismo: la de Baudelaire y la de Marx. Quien entiende a uno, por contraste, entenderá al otro. No por nada los mejores críticos del poeta parisino son estudiosos del filósofo alemán: Benjamin y Sartre. Sin duda mientras el sueño (acaso la pesadilla) capitalista no acabe, Baudelaire y Marx seguirán siendo fundamentales para comprender nuestra circunstancia política, asideros y paradigmas para crear o reformar un sistema económico más acorde con los retos de nuestro presente.
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