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La izquierda que no existe
Se va perfilando la elección interna del Frente Amplio (FA) con el objetivo de definir su futuro presidente. Y se va configurando, una vez más, un sector de izquierda que quiere aparecer como moderado y diferente del mayoritario que domina la estructura de esa coalición.
El clásico
sector que históricamente así se concibió es el que se nucleó en torno a
Astori. En franca baja electoral desde hace al menos dos elecciones,
supo sin embargo ser crucial para poder ganar las disputas electorales
de 2004, 2009 y 2014. La estrategia siempre fue la misma: abrir el
abanico y captar ciudadanos urbanos y de simpatía socialdemócrata que,
sin esa autodenominada izquierda moderada, jamás hubieran adherido al
FA.
Pero ese perfil tuvo al menos dos grandes problemas. Por un
lado, jamás logró imponer ninguna de sus posiciones en la interna
frenteamplista: siempre, en los momentos claves, el astorismo terminó
siendo funcional a la izquierda más radicalizada que terminaba así
sumando fuerzas electorales sociademócratas para dirigir al FA en el
sentido que a ella mejor le pareciese. Los moderados juntaban votos,
pero los radicales terminaban mandando en los temas sustanciales.
Astori
podía quejarse sí de un mal manejo de entes autónomos en plena
administración Mujica, por ejemplo, o podía luego dar a entender que
Cuba era una dictadura. Pero eso nunca impidió, por ejemplo, que
apareciera el caballero de la derecha en el proceso de Pluna, que Ancap
se fundiera de la peor forma, o a que se profundizaran relaciones de
clientelismo con Cuba enquistadas, en particular, en el Ministerio de
Desarrollo Social.
El Uruguay no olvida que el sindicalismo llamaba a cacerolear contra el gobierno en tiempos en los que había que estar unidos contra el COVID-19. No olvida la manija sindical que sugería que el modelo a seguir era el argentino.
Por otro lado, a medida que fue decayendo el peso electoral del astorismo, empezó a surgir un nuevo perfil moderado entre las nuevas generaciones izquierdistas. El objetivo global es el mismo que antes, es decir, que los socialdemócratas trabajen electoralmente para la izquierda radical, solo que ahora sin ningún disimulo: ahora, directamente, el senador Bergara se saca fotos felices con el dictador Díaz Canel, y el ala moderada apoya al candidato que viene del Pit- Cnt. Los nuevos moderados son así capaces de amagar con estar en contra de juntar firmas contra 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, para terminar pocos meses más tarde siendo protagonistas de primer orden de la campaña por el referéndum.El juego es por tanto bien conocido. Llámense progresistas, seregnistas, moderados, astoristas, socialdemócratas o cualquier nombre parecido, la función es la misma de siempre: juntar adhesiones que jamás irían a otros sectores del FA, como por ejemplo al movimiento tupamaro, al Partido Socialista radicalizado, o al Partido Comunista siempre pronto para desestabilizar la economía del país, y hacerlo en un espacio que se autopercibe como razonable, democrático, dialoguista y de unidad de la izquierda. El resultado es siempre el mismo: dar así mayor legitimidad al proyecto radicalizado del FA, ese que se define sustancialmente en la defensa de la dictadura de Maduro o que, frente a la terrible represión en Cuba, se alinea sin fisuras tras Díaz Canel.
¿Acaso se saldrá con la suya este nuevo sector moderado que se quiere formar en el FA? ¿Acaso podrá hacer creíble ese perfil que en su momento tan útil fue para que el mujiquismo pudiera contar con mayorías parlamentarias, o para que la agenda sindical comunista lograra apoyos más sustantivos en una coalición de izquierdas políticas más amplia?
Será difícil que la gente vuelva a creer en los mismos engaños de siempre. En definitiva, este grupo que se pretende moderado inicia su camino apoyando un referéndum contra artículos que en algunos casos incluso votó en el Parlamento. Pero, además, es un grupo que sale a la luz pública apoyando a un candidato como Fernando Pereira que fue, en su último tiempo en el Pit-Cnt, la mayor voz opositora que un día sí y otro también puso palos en la rueda del país en los dificilísimos momentos en los que había que enfrentar lo peor de la pandemia. El Uruguay no olvida que el sindicalismo llamaba a cacerolear contra el gobierno en tiempos en los que había que estar unidos contra el COVID-19. El pueblo no olvida la manija sindical que quería hacer creer que aquí no se estaban tomando las medidas suficientes para salir adelante, y que sugería que el modelo a seguir era el argentino.
¿Acaso es posible considerar que esas actitudes son propias de una izquierda moderada, dialogante, democrática, seregnista? No lo es, porque esa izquierda, en verdad, hoy no existe. EL PAIS UY
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