"Las cuatro funciones del psicoanalista.
Ahora bien, la función psicoanalítica de mantener la evolución de una cura coincide exactamente con la función de lo real sexual que ordena, como causa excéntrica, el discurso analítico, de tal modo que, cuando decimos que el analista permanece excluido de lo real, significa que se sitúa al margen de la función analítica que supuestamente debería asumir. El analista no puede identificarse con lo real; no estamos a la altura de esa tarea, es decir de la tarea de ser causa. No podemos porque somos seres parlantes y, como tales, no podemos, de ningún modo, ser causa.
Ciertamente la función, insostenible, de ser la causa de la estructura analítica nos supera; pero ¿todas la funciones del analista son insostenibles? Y digo bien todas, pues debo recordar que la tesis que trato de desarrollar es la siguiente: las posiciones analíticas corresponden exactamente a las cuatro posiciones subjetivas del ser. El ser sexual, el ser de saber, el ser de verdad y el ser parlante corresponderían respectivamente a la posición analítica de ser la causa (a); a la del analista reducido al saber (S₂); a la del analista reducido a la verdad del acto meramente interpretativo (S1): y, finalmente, a la posición del analista como sujeto dividido ($). Repito mi pregunta: ¿estamos fuera de estas cuatro funciones analíticas? Del lugar de la causa, insisto, estamos excluidos. Yo me planteé al misma pregunta a propósito de la interpretación: estaremos igualmente excluidos del decir interpretativo? Y me respondí que la interpretación correspondía al inconsciente. Pero aclaremos esto, no al inconsciente del analizando ni del analista; ya establecí en otra parte el hecho de que no hay inconsciente de uno y un inconsciente del otro, sino que hay un solo inconsciente, un inconsciente único, que es el que crea la transferencia. Por tanto, la interpretación corresponde a ese inconsciente.
Pero, cuando el analista interpreta, ¿queda excluido de su lugar? El analista es un ser parlante tanto como lo es la persona tendida en el diván; a veces habla inoportunamente, cuando no debía hacerlo; y, felizmente, a menudo para decir algo provechoso. Entonces de su boca surgen esos dichos que toman el lugar de la verdad, aun cuando el analista desconozca su acto interpretativo. Cuando interpreta, el analista adquiere la condición de sujeto dividido porque, por un lado, dice y se compromete con su decir y, por el otro, está ausente porque su acto lo supera. Si bien es cierto que no podemos asumir la función de la causa, en cambio no estamos seguros de estar radicalmente excluidos de las otras funciones. Afirmar que el psicoanalista es un sujeto dividido significa que respecto a ciertas funciones, como la interpretación, permanece en una posición de exclusión parcial.
Pero volvamos al agujero de lo real. Todos, analistas y no analistas, nos aproximamos a ese agujero como podemos y lo hacemos apelando a dos medios esenciales: los significantes y los fantasmas. Éstas son las dos manos, los dos medios gracias a los cuales no las arreglamos con lo real del sexo: palabras, rasgos llamados significantes que en algunos momentos constituyen eventos y artificios vinculados con el cuerpo, llamados fantasmas. Estos últimos son los que entretejen la trama de la realidad psiquica y que vamos a estudiar ahora.
Pero antes de abordar lo esencial de la naturaleza del fantasma, recordemos que la realidad psíquica, entretejida por fantasmas, se estructura en el movimiento de rodear y tratar el agujero de lo real.
Pues bien, ¿qué nos enseña el análisis? Que estos medios significantes y fantasmáticos, que adoptan los seres parlantes para tratar de tener acceso a lo real, son necesariamente fallidos. De modo que tenemos tres tiempos: el agujero, es decir, lo real de donde estamos excluidos; los medios para tratar de llegar a lo real y, por último, el fracaso, la imposibilidad de lograrlo. Pero aclaremos que la palabra fracaso no debe entenderse en el sentido de intento frustrado sino, por el contrario, como una interceptación que permite recobrarse e intentarlo nuevamente con más fuerzas. Cuando estamos acorralados en lo que parece un callejón sin salida, tenemos la posibilidad de emprender un acto o inventar."
*Juan David Nasio. "El placer de leer a Lacan".
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