Poco a poco desaparecieron de los libros de Italo Calvino los paisajes verdes y frondosos, las nieves relumbrantes, la intensa luz del día. En su escritura surgió una luz diferente, una luz ya no radiante sino blanca, no fría sino totalmente desierta. La ironía permaneció, pero imperceptible y ya no feliz de existir, blanca y deshabitada como la luna.
- Natalia Ginzburg
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