"La lluvia" relato en prosa poética de Juana de Ibarbourou
Este anochecer de niebla y de lluvia, ¡cómo llena de melancolía toda la casa! Escapada, he subido corriendo a la azotea y desde allí he visto, como se ven las cosas en los sueños, los contornos difusos de la ciudad ceñida por el mar y del lado opuesto, el campo con sus eucaliptos encapuchados de neblina.
Me imagino a los gorriones, tan locos, quietos en sus nidos, amparados bajo el verde paraguas de las hojas.
Sube hasta mí el coro uniforme y confuso de las ranas, que dan una extraña tristeza al atardecer. Sin embargo, los árboles y las hierbas deben estar contentos. La sequía era ya grande y daba pena ver cómo amarilleaba sedienta la gramilla y cómo se ponían mustias todas las plantas. ¡Oh lluvia, qué millones de invisibles boquitas verdes estarán ahora abiertas bajo el chorro generoso de tu cántaros! ¡A mi lado, en un rincón de la pared, en una vieja telaraña se ha constelado de cuentas brillantes! Parece un pequeño toldo gris todo colgado de encendidos farolitos blancos. Las campanillas del cerco de enfrente han recogido un tesoro de gotitas frescas. Y yo, que también amo tanto el agua, bajo la escalera de la azotea con la cabeza brillante de polvo de lluvia, como si al viento esta tarde, se le hubiera ocurrido traerme de regalo una cofia de cristal.
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