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Monday, November 16, 2020

VICENTE ALVAREZ,EL PERRO SERAFIN,CUENTO,URUGUAY

 

LA PARTIDA Y LAS LLAMADAS POR TELEFONO,MOVIL O CELULAR... Llegó el tiempo de irme al Uruguay y está fijado en mi mente como en una fotografía la cara de mis dos amados hijos llorando espontáneamente mientras yo subía la escalerilla del avión---------THE DEPARTURE AND THE CALLS BY PHONE, MOBILE OR CELLULAR ... The time has come to go to Uruguay and it is fixed in my mind as in a photograph the face of my two beloved children crying spontaneously while I climbed the steps of the plane.---.

  




Llegó el tiempo de irme al Uruguay y está fijado en mi mente como en una fotografía la cara de mis dos amados hijos  llorando espontáneamente mientras yo subía la escalerilla del avión.

   Pasaron dos años hasta revalidar el título aquí en Uruguay. Yo los llamaba por teléfono cada mes.
   En una ocasión quise hablar con el varón primeramente y con voz cortada por el llanto me dijo:
   -Papá. Serafín se fue al cielo de los perros, ayer.
   Yo quise llorar porque sabía lo que aquello significaba.
   -Es así hijo. A todos los perros que amamos les llega su tiempo de ascender al cielo. Ya tu madre te conseguirá otro.
   La chica, que ya tenía unos años demás, también dijo con vos entristecida:
   _ Pa, Serafín se nos murió.
   _ Se fue al cielo como dijo tu hermano y tenes creerlo hasta que él lo descubre por sí mismo.
    El varón tomo el auricular.
   _Papa. ¿Y cuando tú vienes?
    -Pronto. Pronto. Hijo mío.
   - Siempre dices “pronto” pero cuando es “pronto”
   -Ya. Si Dios quiere, será muy pronto esta vez.
   Pasaron los años. Fui director de una clínica privada y reuní el dinero y alquilé una casa para que la familia viniera. Pero al avisarle a mi esposa me dijo que ellos estaban tranquilos allá y que  no hacía falta emigrar.
  Aquello fue un golpe duro para mí. Me acostumbré y la tristeza me embargaba. Le enviaba dólares todos los meses.
   Al cumplir los 18 años mi hija quiso reunirse conmigo y vino desde cuba como emigrante al Uruguay a reunirse con su padre. A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado.
   Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño.
    Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos.
   Una noche después, estando en el corredor balanceándome en bermuda por el inclemente calor se acercó mi hijo. Ya era todo un hombre de 20 años guapo por los ejercicios y alto por los genes que le legó la rama de la familia materna.
   Me dio un beso en las mejillas y me preguntó cómo eran las mujeres uruguayas. Yo le dije vaguedades para que no se entusiasmara.
    _Papa, ¿tú te acuerdas de nuestro perro Serafín, aquel caniche que queríamos tanto?
   _ Claro que me acuerdo, hijo.
  _ ¿Y que me dijeron que se había ido al cielo de los perros?
   _ Eras un chico tierno. No se te podía decir la verdad hasta que tú la descubriera por ti mismo.
    -¿Sabes una cosa?
   -¿Qué dime, hijo mío?

   _ El cielo sería muy aburrido sin nuestros perros.


UNOS AÑOS ANTES... 

 Antes de venirme  al Uruguay compré un perrito que parecía un pedazo de estambre blanco. Era un perro Pude o Caniche que creció enseguida hasta convertirse en uno que ladraba y arañaba nada más.
   Mis dos hijos, la chica ya tenía 7  años y el varón 3, se encariñaron con Serafín y no se separaban de él. Habia que verlos  a la hora de bañarlo en la pileta del patio con mucho shampoo, cómo templaba a pesar del calor reinante y quería escaparse. Pero mis hijos gozaban del acto como si de una fiesta se tratara.
    Luego lo secaban con una toalla vieja y entonces venía el momento de la diversión: se tiraban sobre las baldosas de la cocina, riendo y gozosos, mientras Serafín les lamia la cara y ellos se reían contentos y felices.
    Yo me sentaba en una silla y los observaba queriendo también arrojarme al piso y compartir de la alegría de ellos, pero me contenía. Un padre no puede comportarse como un niño, así pensaba yo. Pero me sentía feliz por unos instantes mientras mi esposa, atareada en la cocina, aparentemente le era indiferente todo lo que sucedía.
    Llegó el tiempo de irme al Uruguay y está fijado en mi mente como en una fotografía la cara de mis dos amados hijos  llorando espontáneamente mientras yo subía la escalerilla del avión.
   Pasaron dos años hasta revalidar el título aquí en Uruguay. Yo los llamaba por teléfono cada mes.
   En una ocasión quise hablar con el varón primeramente y con voz cortada por el llanto me dijo:
   -Papá. Serafín se fue al cielo de los perros, ayer.
   Yo quise llorar porque sabía lo que aquello significaba.
   -Es así hijo. A todos los perros que amamos les llega su tiempo de ascender al cielo. Ya tu madre te conseguirá otro.
   La chica, que ya tenía unos años demás, también dijo con vos entristecida:
   _ Pa, Serafín se nos murió.
   _ Se fue al cielo como dijo tu hermano y tenes creerlo hasta que él lo descubre por sí mismo.
    El varón tomo el auricular.
   _Papa. ¿Y cuando tú vienes?
    -Pronto. Pronto. Hijo mío.
   - Siempre dices “pronto” pero cuando es “pronto”
   -Ya. Si Dios quiere, será muy pronto esta vez.

DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ
CUBANO URUGUAYO
GENIO ,GENIO


THE DEPARTURE AND THE CALLS BY PHONE, MOBILE OR CELLULAR ... The time has come to go to Uruguay and it is fixed in my mind as in a photograph the face of my two beloved children crying spontaneously while I climbed the steps of the plane.

WEDNESDAY, SEPTEMBER 23, 2020

ANTON CHEJOV EL CAMALEON .CUENTO,THALE THE CHAMELEON. The general's dogs are expensive, purebred, while the general, the devil knows what it is! It has neither hair nor plants… it sucks. How can you have a dog like that? Where is their head? If this dog appeared in Petersburg or Moscow, do you know what would happen? They would not stand on bars, but, at the moment, wham! You, Jriukin, have been harmed; do not leave the matter ... It is time to teach them a lesson!

 


El camaleón
[Cuento - Texto completo.] Anton Chejov
El inspector de policía Ochumélov, con su capote nuevo y un hatillo en la mano, cruza la plaza del mercado. Tras él camina un municipal pelirrojo con un cedazo lleno de grosellas decomisadas. En torno reina el silencio… En la plaza no hay ni un alma… Las puertas abiertas de las tiendas y tabernas miran el mundo melancólicamente, como fauces hambrientas; en sus inmediaciones no hay ni siquiera mendigos.
-¿A quién muerdes, maldito? -oye de pronto Ochumélov-. ¡No lo dejen salir, muchachos! ¡Ahora no está permitido morder! ¡Sujétalo! ¡Ah… ah!
Se oye el chillido de un perro. Ochumélov vuelve la vista y ve que del almacén de leña de Pichuguin, saltando sobre tres patas y mirando a un lado y a otro, sale corriendo un perro. Lo persigue un hombre con camisa de percal almidonada y el chaleco desabrochado. Corre tras el perro con todo el cuerpo inclinado hacia delante, cae y agarra al animal por las patas traseras. Se oye un nuevo chillido y otro grito: «¡No lo dejes escapar!» Caras soñolientas aparecen en las puertas de las tiendas y pronto, junto al almacén de leña, como si hubiera brotado del suelo, se apiña la gente.
-¡Se ha producido un desorden, señoría!… -dice el municipal.
Ochumélov da media vuelta a la izquierda y se dirige hacia el grupo. En la misma puerta del almacén de leña ve al hombre antes descrito, con el chaleco desabrochado, quien ya de pie levanta la mano derecha y muestra un dedo ensangrentado. En su cara de alcohólico parece leerse: «¡Te voy a despellejar, granuja!»; el mismo dedo es como una bandera de victoria. Ochumélov reconoce en él al orfebre Jriukin. En el centro del grupo, extendidas las patas delanteras y temblando, está sentado en el suelo el culpable del escándalo, un blanco cachorro de galgo de afilado hocico y una mancha amarilla en el lomo. Sus ojos lacrimosos tienen una expresión de angustia y pavor.
-¿Qué ha ocurrido? -pregunta Ochumélov, abriéndose paso entre la gente-. ¿Qué es esto? ¿Qué haces tú ahí con el dedo?… ¿Quién ha gritado?
-Yo no me he metido con nadie, señoría… -empieza Jriukin, y carraspea, tapándose la boca con la mano-. Venía a hablar con Mitri Mítrich, y este maldito perro, sin más ni más, me ha mordido el dedo… Perdóneme, yo soy un hombre que se gana la vida con su trabajo… Es una labor muy delicada. Que me paguen, porque puede que esté una semana sin poder mover el dedo… En ninguna ley está escrito, señoría, que haya que sufrir por culpa de los animales… Si todos empiezan a morder, sería mejor morirse…
-¡Hum!… Está bien… -dice Ochumélov, carraspeando y arqueando las cejas-. Está bien… ¿De quién es el perro? Esto no quedará así. ¡Les voy a enseñar a dejar los perros sueltos! Ya es hora de tratar con esos señores que no desean cumplir las ordenanzas. Cuando le hagan pagar una multa, sabrá ese miserable lo que significa dejar en la calle perros y otros animales. ¡Se va a acordar de mí!… Eldirin -prosigue el inspector, volviéndose hacia el guardia-, infórmate de quién es el perro y levanta el oportuno atestado. Y al perro hay que matarlo. ¡Sin perder un instante! Seguramente está rabioso… ¿Quién es su amo?
-Es del general Zhigálov -dice alguien.
-¿Del general Zhigálov? ¡Hum!… Eldirin, ayúdame a quitarme el capote… ¡Hace un calor terrible! Seguramente anuncia lluvia… Aunque hay una cosa que no comprendo: ¿cómo ha podido morderte? -sigue Ochumélov, dirigiéndose a Jriukin-. ¿Es que te llega hasta el dedo? El perro es pequeño, y tú, ¡tan grande! Has debido de clavarte un clavo y luego se te ha ocurrido la idea de decir esa mentira. Porque tú… ¡ya nos conocemos! ¡Los conozco a todos, diablos!
-Lo que ha hecho, señoría, ha sido acercarle el cigarro al morro para reírse, y el perro, que no es tonto, le ha dado un mordisco… Siempre está haciendo cosas por el estilo, señoría.
-¡Mientes, tuerto! ¿Para qué mientes, si no has visto nada? Su señoría es un señor inteligente y comprende quién miente y quién dice la verdad… Y, si miento, eso lo dirá el juez de paz. Él tiene la ley… Ahora todos somos iguales… Un hermano mío es gendarme… por si quieres saberlo…
-¡Basta de comentarios!
-No, no es del general. observa pensativo el municipal-. El general no tiene perros como éste. Son más bien perros de muestra…
-¿Estás seguro?
-Sí, señoría…
-Yo mismo lo sé. Los perros del general son caros, de raza, mientras que éste ¡el diablo sabe lo que es! No tiene ni pelo ni planta… es un asco. ¿Cómo va a tener un perro así? ¿Dónde tienen la cabeza? Si este perro apareciese en Petersburgo o en Moscú, ¿saben lo que pasaría? No se pararían en barras, sino que, al momento, ¡zas! Tú, Jriukin, has salido perjudicado; no dejes el asunto… ¡Ya es hora de darles una lección!
-Aunque podría ser del general… -piensa el guardia en voz alta-. No lo lleva escrito en el morro… El otro día vi en su patio un perro como éste.
-¡Es del general, seguro! -dice una voz.
-¡Hum!… Ayúdame a ponerme el capote, Eldirin… Parece que ha refrescado… Siento escalofríos… Llévaselo al general y pregunta allí. Di que lo he encontrado y que se lo mando… Y di que no lo dejen salir a la calle… Puede ser un perro de precio, y si cualquier cerdo le acerca el cigarro al morro, no tardarán en echarlo a perder. El perro es un animal delicado… Y tú, imbécil, baja la mano. ¡Ya está bien de mostrarnos tu estúpido dedo! ¡Tú mismo tienes la culpa!…
-Por ahí va el cocinero del general; le preguntaremos… ¡Eh, Prójor! ¡Acércate, amigo! Mira este perro… ¿Es de ustedes?
-¡Qué ocurrencias! ¡Jamás ha habido perros como éste en nuestra casa!
-¡Basta de preguntas! -dice Ochumélov-. Es un perro vagabundo. No hay razón para perder el tiempo en conversaciones… Si yo he dicho que es un perro vagabundo, es un perro vagabundo… Hay que matarlo y se acabó.
-No es nuestro -sigue Prójor-. Es del hermano del general, que vino hace unos días. A mi amo no le gustan los galgos. A su hermano…
-¿Es que ha venido su hermano? ¿Vladímir Ivánich? -pregunta Ochumélov, y todo su rostro se ilumina con una sonrisa de ternura-. ¡Vaya por Dios! No me había enterado. ¿Ha venido de visita?
-Sí…
-Vaya… Echaba de menos a su hermano… Y yo sin saberlo. ¿Así que el perro es suyo? Lo celebro mucho… Llévatelo… El perro no está mal… Es muy vivo… ¡Le ha mordido el dedo a éste! Ja, ja, ja… Ea, ¿por qué tiemblas? Rrrr… Rrrr… Se ha enfadado, el muy pillo… Vaya con el perrito…
Prójor llama al animal y se aleja con él del almacén de leña… La gente se ríe de Jriukin.
-¡Ya nos veremos las caras! -le amenaza Ochumélov, y, envolviéndose en el capote, sigue su camino por la plaza del mercado.
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THE CHAMELEON. The general's dogs are expensive, purebred, while the general, the devil knows what it is! It has neither hair nor plants… it sucks. How can you have a dog like that? Where is their head? If this dog appeared in Petersburg or Moscow, do you know what would happen? They would not stand on bars, but, at the moment, wham! You, Jriukin, have been harmed; do not leave the matter ... It is time to teach them a lesson!

SATURDAY, NOVEMBER 23, 2019

A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado. Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño. Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos. Una noche después, estando en el

A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado.
   Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño.
    Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos.
   Una noche después, estando en el corredor balanceándome en bermuda por el inclemente calor se acercó mi hijo. Ya era todo un hombre de 20 años guapo por los ejercicios y alto por los genes que le legó la rama de la familia materna.
   Me dio un beso en las mejillas y me preguntó cómo eran las mujeres uruguayas. Yo le dije vaguedades para que no se entusiasmara.
    _Papa, ¿tú te acuerdas de nuestro perro Serafín, aquel caniche que queríamos tanto?
   _ Claro que me acuerdo, hijo.
  _ ¿Y que me dijeron que se había ido al cielo de los perros?
   _ Eras un chico tierno. No se te podía decir la verdad hasta que tú la descubriera por ti mismo.
    -¿Sabes una cosa?
   -¿Qué dime, hijo mío?

   _ El cielo sería muy aburrido sin nuestros perros.DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ CUBANO URUGUAYO GENIO

SUNDAY, AUGUST 26, 2018

SERAFIN EL PERRO

SERAFIN EL PERRO

     Antes de venirme  al Uruguay compré un perrito que parecía un pedazo de estambre blanco. Era un perro Pude o Caniche que creció enseguida hasta convertirse en uno que ladraba y arañaba nada más.
   Mis dos hijos, la chica ya tenía 7  años y el varón 3, se encariñaron con Serafín y no se separaban de él. Habia que verlos  a la hora de bañarlo en la pileta del patio con mucho shampoo, cómo templaba a pesar del calor reinante y quería escaparse. Pero mis hijos gozaban del acto como si de una fiesta se tratara.
    Luego lo secaban con una toalla vieja y entonces venía el momento de la diversión: se tiraban sobre las baldosas de la cocina, riendo y gozosos, mientras Serafín les lamia la cara y ellos se reían contentos y felices.
    Yo me sentaba en una silla y los observaba queriendo también arrojarme al piso y compartir de la alegría de ellos, pero me contenía. Un padre no puede comportarse como un niño, así pensaba yo. Pero me sentía feliz por unos instantes mientras mi esposa, atareada en la cocina, aparentemente le era indiferente todo lo que sucedía.
    Llegó el tiempo de irme al Uruguay y está fijado en mi mente como en una fotografía la cara de mis dos amados hijos  llorando espontáneamente mientras yo subía la escalerilla del avión.
   Pasaron dos años hasta revalidar el título aquí en Uruguay. Yo los llamaba por teléfono cada mes.
   En una ocasión quise hablar con el varón primeramente y con voz cortada por el llanto me dijo:
   -Papá. Serafín se fue al cielo de los perros, ayer.
   Yo quise llorar porque sabía lo que aquello significaba.
   -Es así hijo. A todos los perros que amamos les llega su tiempo de ascender al cielo. Ya tu madre te conseguirá otro.
   La chica, que ya tenía unos años demás, también dijo con vos entristecida:
   _ Pa, Serafín se nos murió.
   _ Se fue al cielo como dijo tu hermano y tenes creerlo hasta que él lo descubre por sí mismo.
    El varón tomo el auricular.
   _Papa. ¿Y cuando tú vienes?
    -Pronto. Pronto. Hijo mío.
   - Siempre dices “pronto” pero cuando es “pronto”
   -Ya. Si Dios quiere, será muy pronto esta vez.
   Pasaron los años. Fui director de una clínica privada y reuní el dinero y alquilé una casa para que la familia viniera. Pero al avisarle a mi esposa me dijo que ellos estaban tranquilos allá y que  no hacía falta emigrar.
  Aquello fue un golpe duro para mí. Me acostumbré y la tristeza me embargaba. Le enviaba dólares todos los meses.
   Al cumplir los 18 años mi hija quiso reunirse conmigo y vino desde cuba como emigrante al Uruguay a reunirse con su padre. A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado.
   Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño.
    Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos.
   Una noche después, estando en el corredor balanceándome en bermuda por el inclemente calor se acercó mi hijo. Ya era todo un hombre de 20 años guapo por los ejercicios y alto por los genes que le legó la rama de la familia materna.
   Me dio un beso en las mejillas y me preguntó cómo eran las mujeres uruguayas. Yo le dije vaguedades para que no se entusiasmara.
    _Papa, ¿tú te acuerdas de nuestro perro Serafín, aquel caniche que queríamos tanto?
   _ Claro que me acuerdo, hijo.
  _ ¿Y que me dijeron que se había ido al cielo de los perros?
   _ Eras un chico tierno. No se te podía decir la verdad hasta que tú la descubriera por ti mismo.
    -¿Sabes una cosa?
   -¿Qué dime, hijo mío?

   _ El cielo sería muy aburrido sin nuestros perros.

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