Lo fusilaron una tarde fría, de esas tardes en que los pobres recuerdan su desamparo. Le cayó muy bien la cobija de balas que lo durmió para siempre sobre su sarape gris de águilas verdes. (...) Dijo a gritos: ¡un hombre que va a morir tiene derecho de hablar!
Nellie Campobello: Cartucho
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