"Tabaré" es un poema épico de Juan Zorrilla de San Martín considerado como la epopeya nacional del Uruguay. (Resumen)
"De la unión de una cautiva blanca y un cacique indio nace Tabaré, un extraño mestizo de piel cobriza y ojos azules. La madre, que no soporta la infeliz situación en que se halla, muere, dejando huérfano a su hijo. Transcurre el tiempo. Los españoles han levantado aldeas en tierra americana; una de ellas —San Salvador— tiene como jefe a don Gonzalo de Orgaz, quien vive junto a doña Luz —su mujer— y a su hermana Blanca. Al regresar de una expedición, los conquistadores traen consigo numerosos indios cautivos, entre los que se halla Tabaré. Instalado en la aldea, el mestizo se enamora de Blanca, pues ve en ella la figura de su madre.
Tabaré, que está enfermo, despierta piedad y simpatía en Blanca y en el padre Esteban, quienes convencen a don Gonzalo para que deje al indio libre en el pueblo, bajo palabra de no fugarse de la colonia. Éste vaga por la aldea sonámbulo, febril, acuciado por su amor imposible. Doña Luz, por su parte, pide a su marido que expulse al mestizo pues le teme; aunque disconforme, don Gonzalo acepta.
Entre tanto, en el poblado indígena ha muerto el cacique y los charrúas celebran los funerales. Yamandú —uno de los indios más valientes de la tribu— es el nuevo jefe y exhorta a los indios a atacar a los españoles. Durante la contienda, Blanca es raptada por el cacique. Tabaré, entonces, lucha con él y lo mata. De inmediato regresa con la mujer al pueblo blanco pero, don Gonzalo, que encuentra al indio con su hermana, ciego de ¡ra se lanza contra él y le da muerte. Blanca —que comprende toda la devoción del charrúa— se abraza a él y llora."
CANTO SEGUNDO (Fragmento)
I
Cayó la flor al río!
Los temblorosos círculos concéntricos
Balancearon los verdes camalotes,
Y en el silencio del juncal murieron.
Las aguas se han cerrado;
Las algas despertaron de su sueño,
Y a la flor abrazaron, que moría,
Falta de luz, en el profundo légamo...
Las grietas del sepulcro
Han engendrado un lirio amarillento;
Tiene el perfume de la flor caída.
Su misma palidez... La flor ha muerto!
Así el himno sonaba
De los lejanos ecos;
Así cantaba el urutí en las ceibas.
Y se quejaba en el sauzal el viento.
Siempre llorar la vieron los charrúas;
Siempre mirar al cielo,
Y más allá... Miraba lo invisible
Con sus ojos azules y serenos.
El cacique a su lado está tendido.
Lo domina el misterio;
Hay luz en la mirada de la esclava.
Luz que alumbra sus lágrimas de fuego,
Y ahuyenta al indio, al derramar en ellas
Ese dulce reflejo
De que se forma el nimbo de los mártires,
La diáfana sonrisa de los cielos.
Siempre llorar la vieron los charrúas,
Y así pasaba el tiempo.
Vedla sola en la playa. En esa lágrima
Rueda por sus mejillas un recuerdo.
Sus labios las sonrisas olvidaron.
Sólo brotan de entre ellos
Las plegarias, vestidas de elegías,
Como coros de vírgenes de un templo.
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