Hay quienes se quejan de que un hombre no haga nada; otros, todavía más misteriosos y sorprendentes, se quejan de no tener nada que hacer. Cuando se encuentran con horas libres, o incluso con hermosos días de asueto, refunfuñan por tanta holganza. Cuando reciben el regalo de la soledad, que es el regalo de la libertad, lo desprecian, lo destruyen de forma deliberada mediante algún espantoso juego de cartas o con una pelotita... No puedo evitar estremecerme cuando los veo desperdiciar mediante cualquier actividad esas vacaciones que tanto les cuesta ganar. Por mi parte, nunca me cansaría de no hacer nada.
- G.K. Chesterton
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