Leer a Artaud y tratar de degustarlo no se trata de una experiencia inicialmente filosófica, sino que parte de una experiencia sensorial. Ver cómo las palabras danzan con un peso inconcebible. Y al razonarlas y advertir lo que él ve, ahí empieza el mundo. Yo creo que de eso no sale una filosofía, aunque él asoma como filósofo. Al advertirnos acerca de la actividad interior, parece que él quisiera escribir La literatura y el mal, que después escribe otro gran escritor como Bataille. Pero es como si él lo encarnara. Artaud es un atormentado inconcebible. No era muy sano el tipo. Era meningítico, fue adicto a la morfina y a otras drogas toda su vida para tratar de evadir los dolores de cabeza y otros síntomas de su enfermedad mal curada en aquella época. Él reconoce su enfermedad y trata de transformar su lenguaje. Es increíblemente profundo. De precisión daliniana, diría, porque tiene la precisión de la pintura de Dalí, que te hace un huevo que se transparenta sobre el mármol y parece una foto de algo que uno no podría concebir. De esa calidad es Artaud para escribir sobre algo que es indecible. Solamente él se atreve a hablar de esa manera de las cosas que ve y siente, y a internarnos en el mundo de las neuronas y sus pesadillas, de la pesadilla biológica del pensar. Parece que todo el tiempo deseara extraer el mal de su poesía y ponerlo en evidencia porque no quiere ser débil. No quiere la debilidad y el tormento, entonces acusa, sentencia. Artaud sentencia, es sentencioso. Eso lo hace poético, lo hace williamblakeano, pronosticador de pesadillas. Y mucho más inocente que el inocente, porque si uno pudiera escribir con tanta calidad posiblemente lograría liberarse de sus males. Sólo momentáneamente. A la vez, se ve que el dolor vino después; antes y después de eso para él. Pero escribir ese dolor, de esa manera, le permite seguir respirando, o de otro modo se hubiera matado a continuación de un texto. Menos mal que se le ocurrió uno detrás de otro... Él tiene esos raptos, inventa el mundo. Un genio tremendo: insoslayable e inubicable. Insoslayable para la literatura, inubicable para la filosofía. Inubicable. Y grandioso por el aporte lingüístico. La visión es grandiosa. Es un mundo de células que sienten. Se introduce en el ser como la sangre de su propio cuerpo y desde ahí habla. Es mortífero, casi lo más grande que hay para leer
Luis Alberto Spinetta.
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