Confieso que tu partida movió mi vida, mis pies cambiaron de rumbo y me detuve para ver si regresabas. La herida cada día se hacía mayor, recordar lo que te di, lo que regalé, lo que fuimos…me abría por dentro el alma, me provocaba reclamarte las razones de tu huida. Desconfío de la gente que tiene la cobardía de irse en silencio, de dar portazos sin alguna explicación. Te odié por momentos, pero algo me dice que tus razones para irte estaban vacías, que explicar para ti, sería enlazarte con los dichos de tu boca. Las veces que te quise no se me olvidarán, las recordaré amargamente; en mi vida serás una sombra, un error, un cobarde. La vida se encargará de ti, de darte lo que sembraste, de aleccionarte con las heridas que provocaste, de devolverte silencios, indiferencia…de brindarte la misma altivez y la puerta cerrada que hoy me regalas. Por supuesto que me dolió que no estés, pero tu silencio ya no desgarra, ya no me detiene… te lloré, tenlo por seguro, pero ya no más.
~M. Sierra Villanueva
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