“Emprender la lectura de forma deliberada -lo que podría denominarse lectura volitiva— es al acto de leer algo no muy distinto que lo que la erudición es a la cultura. La verdadera lectura es un acto reflejo: el lector nato lee como respira, de un modo inconsciente, y así, por seguir con la analogía, bien podría afirmarse que la lectura es tan virtuosa como el acto de respirar. Algo que en el mismo instante en que se considera meritorio torna en infructuoso. A final de cuentas, ¿qué es la lectura, si no un intercambio de pensamientos entre escritor y lector? Si el libro se cuela en la mente del lector tal y como salió del cerebro del escritor, sin que por contacto con un nuevo cuerpo de pensamiento se produzca ninguna inevitable adición o modificación, entonces se ha leído sin provecho. En tales casos, por supuesto, no siempre tiene la culpa el lector. Hay libros que siempre son los mismos, libros incapaces de transformar o de ser transformados, y libros, al fin y al cabo, que no cuentan como factores en la literatura. El valor de los libros es proporcional a lo que podría llamarse su plasticidad: su calidad de ser todo para todos los hombres, de ser distintamente moldeados por el impacto de nuevas formas de pensamiento. Donde, por una u otra razón, si falta dicha adaptabilidad recíproca no puede darse una relación efectiva entre el libro y el lector. En este sentido, puede afirmarse que no hay una norma abstracta de valor en literatura: los libros más trascendentes que se hayan escrito son valiosos para cada lector sólo por lo que dicho lector pueda extraer de ellos. Los mejores libros son aquellos de los que los mejores lectores han podido extraer la mayor cantidad de pensamiento de la más alta calidad, pero generalmente es de estos libros de los que el lector con mayores carencias obtiene menos cosas”
Fragmento de “El vicio de la lectura” de Edith Wharton, en “Del vicio de los libros” publicado por Trama Editorial
Pintura de William Worcester Churchill
No comments:
Post a Comment