Kafka nos dejó un escrito al que su editor llamó «esbozo de una autobiografía». El fragmento sólo trata de la infancia y concretamente de un aspecto particular. «Nunca podrá hacérsele comprender a un muchacho, cuando, al anochecer, se halla a la mitad de una bella historia cautivadora, nunca se le hará comprender mediante una demostración limitada a él sólo, que tiene que interrumpir su lectura para irse a acostar». Kafka dice más adelante: «Lo importante en todo esto es que la condena de que había sido objeto mi exagerada lectura, la hacía yo extensiva por mis propios medios al quebrantamiento, que permanecía secreto, de mi deber y, por eso, llegaba a las conclusiones más deprimentes». El autor adulto insiste en que la condena recaía sobre gustos que formaban las «particularidades del tiño»: la imposición le hacía o bien «detestar al opresor» o considerar como insignificantes las particularidades prohibidas. «… Al dejar en silencio una de mis particularidades, escribía, resultaba de ello que me detestaba a mí mismo y a mi destino, que me consideraba malo y condenado».
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