Lizzy ToledoLITERATURA, GRAMÁTICA Y ORTOGRAFÍA
El diez de enero de 1889 Nietzsche ingresa en la clínica psiquiátrica de Basilea. Se deja conducir a su habitación y, en el camino, dice a quienes lo llevan que lamenta el mal tiempo que está haciendo allí. Les promete que mañana hará que el día sea hermoso. Ya estaba loco.
Según dicen, el primer ataque le dio en medio de la calle, en una plaza de Turín, cuando corrió a abrazarse a un caballo que estaban azotando. Pero sus allegados ya lo advertían en esas cartas extrañas en las que firmaba como El Crucificado. También se sentaba al piano para entonar cantos que alternaban lo balbuceante con lo estridente. Hacía muecas, sufría convulsiones. Decía en voz baja frases grandiosas sobre sí mismo. Y entonces lo encerraron. Primero en el manicomio y después en casa de su madre, quedando a su cuidado, convertido otra vez en niño.
Quienes siguieron viéndolo, médicos, madre y hermana, sus dos o tres amigos, cuentan algunas cosas.
Incapaz de responder a preguntas puntuales, se pierde en confusas verborreas. Se lleva bien con los guardianes de la clínica. Hace reverencias de refinada cortesía. Gesticula, en tonos afectados, palabras en francés o en italiano. Habla de sus sirvientes y de sus grandes composiciones. Se proclama emperador, duque de Cumberland, esposo de Cosima Wagner. Orina en su bota o se unta las piernas con excrementos. A veces ingiere los excrementos o los deposita, envueltos, en cajones de la mesa.
Habla de hembras locas. Pide ayuda contra torturas. Se queja de que lo envenenan. Alguna que otra vez rompe un vaso, una ventana o agrede a otro paciente.
Escribe frases incoherentes o del todo indescifrables. Habla de campanas, de su propia iglesia. Julius Rangbehn, que intenta curarlo mediante conversaciones, dice que es un niño y un rey y que hay que tratarlo como rey y niño que es. Lo derivan al sector de los pacíficos. Lee mucho. La madre, finalmente, se lo lleva consigo a Jena.
Se contrata a un guardián para que lo acompañe cuando salen a la calle. Más de una vez se desnuda en público. Lo visita su amigo Koselitz a quien recibe con
besos y abrazos
, risas nerviosas y, de pronto, arrebatos de ira. Por las tardes se tiende en el sofá, en brazos de su madre, a quien le sujeta la mano mientras ella le lee versículos de la Biblia, que todavía recuerda y conoce. Madre mía, le dice, tú tienes una buena cosa en tus ojos. Y la madre lo mira como a una criatura recién nacida. A partir de 1892 ya no puede comer ni vestirse solo. Ya no puede salir a la calle porque grita y patea todo lo que encuentra. Sufre una parálisis y un ataque de apoplejía. Muere en agosto del primer año del siglo XX. Sus pocos amigos, durante el entierro, recitan versos del Zaratustra.
Finalmente el super hombre
También era frágil y muere como todos..
Sin privilegios y ostentaciones
Pero su legado lo haría inmortal..
Poetas locos
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