BURDEL
MADAME.
El Doctor recién había sido elegido director de una clínica en Montevideo. Él era el primero en ver los pacientes. En dicho local, de tres pisos de altura y en un barrio de gente adinerada, se ofrecían varios tratamientos, entre otras cosas para rejuvenecer.
La clientela aumentaba en número día a día y el Doctor tuvo que llamar al dueño que era argentino y poseía un establecimiento similar en su país.
Un día apareció una cliente muy famosa. Rubia, envuelta en un traje de cuero, de hablar pausado y dulce, acostumbrada a tratar a políticos prominentes, artistas famosos y gente muy acomodada.
Era Sisi la dueña del más famoso burdel de la ciudad. El doctor la había visto antes en entrevistas de la televisión y tenía su propio programa de radio a altas horas de la noche. Se enfrentaba con calma, sin perder su compostura, a psicólogos, sociólogos, religiosos y veladores de la moral ajena. Nadie la sacaba de sus casillas. Defendía la prostitución como una profesión inevitable- la más vieja del mundo como se decía-.
Argumentaba que no le gustaba ver chicas en las calles ejerciendo su trabajo bajo la vigilancia de un “chulo”, drogadas y explotadas. No, tenían que trabajar con libertad en su burdel de lujo como Dios manda.
Él le indicó un tratamiento de Ozonoterapia anal cosa a lo cual se sometió por 20 sesiones para reafirmar su piel después de la octava cirugía que se había hecho.
Después en la re consulta ensalzó el tratamiento. Dijo que ahora dormía bien y que su piel era más tersa que nunca. Y les mostró- al Doctor argentino y al director, sus senos puntiagudos y la ausencia de grasa en su cintura-se había hecho varias liposucciones ya- y les invitó a su burdel.
-Miren que tengo chicas nuevas, preciosas como vírgenes, que le van a dar todo de sí. Y ustedes la van a pasar regio.
Ambos Doctores quedaron unos instantes en silencio. Viéndolos dubitativos agregó:
-¿Son hombres casados?
-Sí- le dijeron ambos.
- Entonces hay que esperar un tiempo cuando la monotonía de sus mujeres les haga añorar un cuerpo joven de mujer. Por ahora no insisto.
Pasaron años y el Doctor no la volvió a ver. Pero su presencia en los medios siempre causaba curiosidad, aun entre las mujeres que la admiraban por su buen decir, su cultura, su carisma y su belleza embalsamada.
Cuando el médico se mudó al balneario de moda un vecino que conocía a Madame Sisi, le contó cómo, desde su puesto en un famoso hotel donde trabajaba, observaba a Sisi dar conferencias a las mujeres ricas asistentes.
Con un gran dildo en sus pintadas manos les enseñaba como hacer un verdadero fellatio a sus maridos. Sus labios y su lengua resbalaban por el artefacto como si ella estuviera con un miembro viril de verdad. Las mujeres ricas atentas, con un dildo similar cada una, seguían sus maniobras atentamente.
De vez en cuando entraba un mozo con las colaciones que las mujeres encargaban-generalmente helados de fresa y chocolate, para humedecer sus labios-. Nada de vergüenza ni mojigatería burguesa. Aquellas mujeres atacaban el dildo como si estuvieran en pleno acto.
-Eso es para que sus maridos no se vayan a buscar a otra en la calle. Primero putas en la cama y después santas entre las gentes.
El vecino del Doctor presenciaba esas lecciones casi todos las noches menos los lunes.
Después pasó el tiempo y no supo más de la Madame Sisi. Lo último que escuchó era que estaba vendiendo el burdel pero nadie estaba interesado.
Últimamente la vio en la TV. Su cuerpo ya no resistía una cirugía plástica más. Su piel arrugada y sus caderas vacilantes pedían un retiro.
Nunca se le olvidaron al Doctor las palabras que le dijo en la clínica:
-Si pierdes el trabajo con la crisis económica que se avecina llámame a mi casa. Yo tengo relaciones con antiguos clientes que ahora tienen cargos en el Gobierno y te pueden ayudar.
Orlando Vicente Álvarez
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