Cuando Tomás Soto recibió el diagnóstico de VIH, la primera persona que le juzgó y le discriminó fue él mismo. Antes de decírselo a nadie ya se había estigmatizado: «¿qué pensaran mis amigos y mis padres?». Es lo que se denomina el autoestigma y lo padecen muchas de las persona que reciben un diagnóstico de VIH.
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