GUANTÁNAMO:
COMO CONSEGUIR PAREJA POR
DESIGNIO ESPIRITUAL
Eran dos amigas que habían llegado a los
treinta y pico sin conseguir marido. Y eso que iban a los bailes, jolgorios y a
los carnavales. Pero nada. Estaban condenadas a ser “pa’ tías” por siempre.
Una era metida en carnes, rubia pero tenía un
defecto: hablaba sin parar con esa incontinencia verbal con que nacen unos- me
recuerda a Fidel Castro- pero esta no paraba hasta que la silenciaban con un gesto.
La otra era una mulata bella, de cuerpo grácil
y pelo lacio pero le faltaba ese no se qué que tienen que tener las mujeres
para atraer un novio o marido.
Se informaron y fueron con un Babalao- líder de
una religión traída de África que se sincretizo con la Iglesia Católica.
Le plantearon el problema. El Babalao, a
cambio de dos gallos bien grandes y dos botellas de ron les dio un “trabajo”
que bebían hacer a fin de conseguir
marido.
Las muchachas se fueron a una zona boscosa en
las márgenes del rio Guaso. Debían quitarse el blúmer o bombacha que tenían puesto.
Lavarlos en el agua y dejarlos que los arrastraran la corriente del rio.
Pero no se habían percatado de un estrecho
camino que transcurría entre los árboles. Cuando estaban desnudas, ya echados
los blúmer al agua, sintieron un griterío de hombres que las habían visto y se
acercaban libidinosos, voraces y excitados.
Las
muchachas se pusieron los pantalones rápidamente, asustadas, sin blúmer,
y corrieron aterrorizadas por el bosque hasta una parada de ómnibus que se
encontraba perdida en medio de los árboles.
Los jóvenes excitados no pudieron
alcanzarlas. El Oricha tenía razón. No un marido sino varios machos en potencial.
Volvieron a sus casas más calmadas.
La rubia regordeta un día se cayó en la vereda de rodillas y un
apuesto joven la fue gentilmente a levantar. Fue amor a primera vista. La
muchacha se curó de su verborrea natal, se casó con el joven y tuvo una hija
que hablo antes de que le salieran los dientes, gateara o comiera sólidos.
La morena
se ennovió con un negro como de dos metros que la hacía gritar de placer
y los sonidos se escuchaban a media cuadra.
Y así terminó la crónica, que es verdadera.
No hay como un Oricha para conseguir pareja en Guantánamo.
Orlando
Vicente Álvarez
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