EL PERRO DÓBERMAN KID
Habiendo yo
revalidado el título de médico aquí en Uruguay después de venir de Cuba. Me
conseguí un trabajo en una clínica privada, que había instalado un argentino,
sobre el tratamiento del dolor.
Era un barrio de
gente adinerada. El tratamiento era caro y en dólares y yo ganaba bien. Una
paciente cincuentona, asidua a nuestra
clínica fue entusiasmándose conmigo. Me enteré que poseía una inmobiliaria
y por tanto vendía apartamentos y casas.
Cuando yo le di detalles de mi situación
precaria, pues vivía en una pequeña pieza del centro de Montevideo. Me propuso
rentarme una casa grande que estaba dos cuadras del Palacio Legislativo.
La mansión era
antigua y le era difícil venderla. Habia sido primero un refugio de monjas y
después una escuela para enseñar ballet a las chicas.
Me la ofreció por un
precio módico y allí me instalé.
El hall era de puro
mármol blanco y el living de madera pulida. Tenía como 6 cuartos y uno de
cristales entre dos jardines descuidados. Dos baños.
Todo iba bien en mi
nueva residencia hasta que el hijo de la Señora que tenía un perro Dóberman lo
trajo a vivir conmigo pués la novia no lo soportaba. El perro se había acostumbrado
al dueño desde cachorro y sólo era feliz cuando el chico venía a verlo y la novia quedaba encerrada en el
auto, pues le tenía terror.
Yo lo encerraba en
la parte posterior de la casona, tras una puerta de roble encristalada y tenía
que soportar sus ladridos toda la noche pues nunca me tomó cariño. Amaba sólo a
su dueño que más tarde dejó de venir pues se fue a Europa a trabajar.
El Kid era insoportable.
Para ponerle el alimento debía entreabrir un poco la puerta y lanzarle las
pastillas de comida cuidándome de que no se saliera y me mordiera.
Cierta vez, un sanitario
hacía trabajos en el baño y no sé cómo el Kid abrió la puerta y le mordió la
pierna atravesándole el pantalón y sangró. Tuve que pagarle demás para que no
me denunciara.
El Kid raspando la
puerta con los dientes y uñas fue abriendo un orificio de a poco hasta pode salir silencioso de su refugio.
Cuando llegaba del trabajo encontraba los colchones deshilachado pues tenía una ira constante,
por falta de su dueño. También la agarraba con los muebles antiguos, de estilo,
y los roía como si fueran madera blanda.
Otro día un joven
que me arreglaba el jardín, el Kid penetró silenciosamente y le mordió la
mejilla. El chico ni se asustó sólo se puso un paño en la herida. Veía que
después habría dinero extra.
La puerta del fondo
al fin quedó destruida y yo dejé al Kid
hacer lo quisiera, por imposible, era un perro de fuerte carácter, creo que esquizofrénico
si es que este diagnóstico se le puede dar a un perro.
Pasó como un año. Yo
sufriendo las malacrianzas del Kid pero él seguía con sus fechorías y nunca me
quiso, solo a su dueño a quien no vería más, ni tan siquiera preguntaba por su perro cuando me escribía
desde Europa. Lo había olvidado o era a propósito.
Una mañana no
escuché al Kid ladrar. Fui a verlo y estaba muerto. A lo mejor de tanta rabia le había dado un Infarto pues esta raza
es propensa a esta afección.
Yo sentí el no
haberme ganado el cariño del perro. Y la muerte se aceleró por la ira de
sentirse abandonado por su dueño.
Moraleja: Nunca
compres un Dóberman si no lo vas criar desde cachorro y darle cariño por ti
mismo.
MEN lo hubieras regalado pobre perro encerrado como en una carcel...no te creo que seas Dr. lo dudo mucho pues no tenes corazon
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